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92 años de alegría

  • Ingrid Arenas González
  • 12 jun
  • 1 Min. de lectura

Por: Ingrid Arenas González


Ella sabe lo que yo la quiero, pero nunca sabrá la verdadera dimensión que tuvo en mi vida. Fue la persona mayor que supo halarme las orejas, que me habló de malas (y de buenas) compañías, que me llevaba un plato de comida caliente a la puerta de mi casa, que me regaló la primera trusa de verdad que tuve para nadar distancias largas sin tener que arreglarme los tirantes, que me ayudaba a quitarle las garrapatas a mi perro, que me tejió blumers, y además, es la mamá de dos de los grandes hermanos que me ha dado la vida. Verla a los 92 años tan conversadora como siempre, linda, y bien cuidada, me da una alegría indescriptible.


Gracias Lea, por tanto y tan bueno.


 
 
 

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