Había una vez, en un país que un día soñó con justicia
- Deymi Datri
- 12 jun
- 2 Min. de lectura
Por: Deymi Datri

Había una vez, en un país que un día soñó con justicia, una anciana llamada Isabel Urquiola. Fue maestra, alfabetizadora, una mujer que tejió letras en las mentes de quienes no sabían leer el mundo. De su vientre nacieron dos hijos: Omara Isabel, Historiadora del Arte, y Ariel, Doctor en Ciencias Biológicas, ambos graduados de la Universidad de La Habana.
Pero hoy, 17 de mayo, Día del Campesino, Isabel no celebra. Hoy vienen a quitarle sus animales, esos que vio nacer, que alimentó con sus manos cansadas. ¿El motivo? Sus hijos, decidieron levantar sus voces y defender ideales distintos a los del gobierno que rige en su tierra. ¿Quién la protege a ella? Nadie. Su fragilidad poco importa, como la de tantos otros ancianos que una vez lo dieron todo. Si ya no pueden castigar a sus hijos, que ella pague por ellos.

En la segunda escena, hay un auto descapotable, estatal, con matrícula B178773. En el asiento trasero están sentadas una mujer y una anciana. El chofer, hombre grande y fuerte, aparece fuera del auto y se dirige a la anciana. Podría ser su madre. O su suegra. Da igual. Lo que importa es que él, sin piedad, levanta su mano contra ella halándola por los pelos y abofeteándola. Dos bofetadas con mano de piedra. La golpea con la misma mano que quizá ella tomó un día en la suya para enseñarle a caminar. Hubo testigos mirando y alguien grabando desde su móvil. Nadie intervino físicamente aunque sí se escucha a dos o tres personas regañándole. Pero hasta ahí. Porque parece que es mejor dejar un video en las redes sociales que marcar la diferencia.

Y en una tercera imagen, tomada por Jorge de Mello, dos figuras se pierden entre bolsas y desechos. Podrían ser personajes distintos, con historias distintas. Pero comparten el mismo destino: revisar la basura. ¿Qué buscan allí? ¿Comida? ¿Botellas vacías? ¿Alguna prenda olvidada? Tal vez esperanza. Muchos no tienen familia. Algunos luchan por un nieto enfermo. Otros fueron simplemente descartados por los jóvenes que ellos creyeron familia.
¿Y qué ocurre? Nada.
Porque en esta historia, en esta tierra que tiene cada vez más ancianos tal parece que ellos no tendrán héroes.
Nadie vela por ellos ni los arropa ni los protege a tiempo completo. A menos que nos llenemos de rabias y empatías para defenderles DE TODO.
Y así, cada día, se escribe este cuento. Sin magia, sin héroes, sin esperanza.
Solo con la dignidad de quienes aún resisten.
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