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MENSAJE A JOSÉ GABRIEL BARRENECHEA

  • Foto del escritor: Inés Caridad Casal Enríquez
    Inés Caridad Casal Enríquez
  • 12 jun
  • 2 Min. de lectura

Por: Inés Casal


No sé cómo voy a escribir lo que siento, querido José Gabriel, y no porque crea que, tal vez, nunca llegue a ti este mensaje, sino porque mi vergüenza me sobrepasa.


No sientas culpa, querido hijo. Fuimos nosotras, sobre todo las madres cubanas, las que le fallamos ti y a tu madre. Algunas por mirar a otro lado, otras por ni siquiera conocer lo que estaba pasando y hasta las que no supimos lograr lo que tanto ella pidió a gritos. La gran bondad de Zoila y su enorme amor de Madre la hizo pensar que no existiría un ser humano, traído al mundo por otra madre, que pudiera no estremecerse con su pedido angustioso de ver por última vez a su hijo.


Zoila se fue, hijo querido, con esas mismas imágenes que tú tan bien describes, "en la cocina, ajetreada con la comida en una tarde luminosa de los años setenta. Huele a gloria toda la casa, entre el sofrito para los frijoles y la escrupulosa limpieza a que ha sometido cada rincón y pieza de ropa desde el mismo amanecer. Es viernes, todo es sol, y llega mi hermano de la beca..."


Una vez, un ser humano enorme como tú me hizo llegar este mensaje a mí: "Dice la traducción latina de la Biblia que ante la cruz de Jesús estaba su madre, y usa un término para definirlo: “Stabat”, que significa: “estaba de pie”. Rota, pero de pie, rota, pero firme, acompañando a su hijo, sin pedirle que bajara de la cruz."


Zoila se fue feliz, José Gabriel, por haber traído al mundo a un hombre como tú; no lo dudes.


Y perdónanos, hijo.


 
 
 

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