Por: Jorge Gómez de Mello
Tomé estas imágenes hace unos minutos en la esquina de 15 y 26 en capital. Desde hace varias semanas toda la zona, incluido mi apartamento en un segundo piso, ha sido invadida por una plaga de moscas, mosquitos, chinches y cucarachas que disfrutan libremente en un ambiente propicio para su propagación y desarrollo, acompañada por un hedor que ratifica sin lugar a dudas que el país avanza indetenible hacia el medioevo.
Llueve todas las tardes y la porquería corre sin obstáculos por calles y aceras. Luego, al salir el sol, las ratas y el venenoso Caracol Africano se exhiben con total impunidad por el barrio.
Los vecinos, indefensos ante la amenaza de tan poderoso enemigo, hablan de buscar una manera de alejar un poco la apestosa pocilga. Algunos dicen que solo hay que empujarla dos o tres metros para situarla en el centro de la calle 26, y quizá de esa manera logremos que los poderosos cuidadores de la pureza ideológica entiendan que estamos siendo invadidos por las victoriosas tropas de una plaga que pone en peligro la seguridad del Estado, en este caso de manera real y muy efectiva.
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