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Enrique, el amante del teatro para adultos mayores
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ENRIQUE, EL AMANTE DEL TEATRO PARA ADULTOS MAYORES

Es una de esas personas que no para de soñar, que no pierde la ilusión, aunque cualquiera piense que a su edad no hay tanto que esperar. Observa todas las historias de cubanos que acontecen a su alrededor, en su barrio de Centro Habana; las escribe de un plumazo y luego, como por arte de magia, nos la cuenta a través del lenguaje teatral. ¿Cómo lo hace? Rodeándose de un grupo de adultos mayores que cada día se revitalizan encima de las tablas.

Cuido60 dialoga, en esta ocasión, con Enrique, un argentino enamorado de Cuba que, tras su jubilación, puso en pausa su abnegada profesión de periodismo y emprendió, con determinación, su amado proyecto “Teatro como en el teatro”.

 

¿Quién es Enrique Lastra San Martino?

Soy argentino. Tengo 74 años. Nací en Junín, una ciudad que pertenece a la provincia de Buenos Aires, y que está exactamente a 250 km de lo que es la capital Federal, es decir, la capital de Argentina.

¿Dónde vives actualmente? ¿Cómo surgió tu amor por Cuba?

Desde hace 12 años estoy viviendo en Cuba, aquí en Centro Habana. Aunque no conozco toda Cuba, sí conozco algunas ciudades. Quiero hacer especial hincapié en que soy poseedor de un capital humano muy grande que me los ha brindado este país, porque tengo amigos y afectos cubanos de los cuales me siento realmente orgulloso.

Mi amor por Cuba empezó accidentalmente. Tenía acceso cotidiano al internet por mi propia profesión de periodista. Me llegó por accidente un correo equivocado de una chica. Se confundió en dos letras. En lugar de enviarlo a la persona correspondiente, me llegó a mí. Así comenzó el diálogo. Nos conocimos primero por internet y luego, personalmente. Fue cuando me vine a Cuba. Nos enamoramos y nos casamos. Luego la pude hacer ciudadana argentina.

¿En qué profesión te formaste? ¿Cómo fueron tus inicios en el teatro?

Durante toda mi vida como profesional he ejercido el periodismo, sobre todo el periodismo agropecuario. También dirigí –paralelamente- grupos de teatro de todas las edades, sobre todo con jóvenes. Hasta entonces no estaba relacionado con los adultos mayores. He presentado obras de algunos clásicos como ha sido el caso de "Prohibido suicidarse en primavera" de Alejandro Casona. Esa fue una de las primeras obras que dirigí. El teatro me ha permitido una doble recompensa; por un lado, darle cauce a mi profesión de periodista y por el otro, poder dirigir grupos de teatro. Haber sobrepasado la barrera de los 60 años me facilitó crear el proyecto para adultos mayores. Me siento sumamente reconfortado y orgulloso de tener grupos de adultos mayores en el teatro. Esto me ha dado y me brinda una enorme satisfacción.

¿Por qué el nombre “Teatro como en el teatro”?

“Teatro como en el teatro” tiene muchos significados. Uno de ellos es desmitificar un poco la idea del teatro como algo formal, como algo demasiado estricto. Lo que pretende es acercar a los espectadores y a los amantes del teatro a que puedan disfrutar de una obra cotidiana. Una de las características del grupo es la participación del público, es decir, que el público también pueda hacer un teatro participativo y comunitario. Yo diría que son los dos nombres claves: participativo y comunitario. Pretendemos que el público participe activamente, que no sea un mero espectador; que se sienta, escuche, evalúe y que también tenga la oportunidad de opinar en cada uno de nuestros actos. En esto hemos tenido una respuesta categórica del público. Como coordinador general del grupo me llena de satisfacción.

¿Cómo fue que surgió la agrupación teatral? ¿Cómo se organizaron?

Yo traje la propuesta del proyecto a Ulises (coordinador de la Cátedra de Arte del Centro Loyola Reina). De entrada, hice mucho hincapié en el teatro participativo. Les decía a mis alumnos que no quería un robot. En cuestión de horas –diría yo- me llamó y me dijo: “Estamos de acuerdo, porque acá –por lo menos- no existía un teatro específicamente para adultos mayores”. Entonces estuvo muy de acuerdo con eso. Logré el apoyo total e incondicional del Centro. Y así se fueron dando las primeras clases hasta que la pandemia nos frenó un poco; pero después pudimos retomarlo y sacamos la primera obra (Usos y costumbres cubanas) el 25 de junio del 2022.

¿Quiénes conforman el proyecto? ¿Cómo es la dinámica de los ensayos y las presentaciones?

Estoy yo como coordinador y los demás son personas mayores, entre 65 y 88 años. Son 12 actores, una presentadora profesional –que está ayudando muchísimo en forma totalmente desinteresada-, los técnicos del teatro, en especial, el sonidista y el encargado de la parte artística. Tengo también colaboradoras que me dicen que, a pesar de no encajar en la actuación, desean colaborar en todo lo que haga falta. Siempre encontramos un lugar para que puedan colaborar con nosotros. Hemos creado un colaborador inestimable que hemos denominado rompehielo. Su función es animar el público al finalizar cada acto, para que opinen y participen de la obra.

 

Ellos se levantan del asiento y brindan su opinión sobre el tema en cuestión.

Los actores tienen una lucidez y una memoria extraordinarias. No se guían por la memoria para actuar. No les doy un texto para que se lo aprendan de memoria, yo les pido espontaneidad. Les insisto siempre en esta orientación. Les marco el camino, pero los que tienen que caminar ese trecho son ellos. Se van creando las situaciones y después nos vamos perfeccionando. En sentido general, ellos mismos son los creadores. Ese método estimula las neuronas, el pensamiento creativo y la imaginación. También les propongo hacer improvisaciones sin hablar y que los demás tienen que interpretar qué se quiso significar. Eso favorece la gesticulación, una técnica que es tan importante en el teatro corporal.

¿De qué trata la obra “Usos y costumbres cubanas”, la primera que presentaron?

Se trata de una muestra de lo que acontece en Cuba en forma cotidiana. Tratamos diferentes temas que para nada son exclusivos de Cuba. Por ejemplo, el problema de la basura, el mal uso que se hace de los desperdicios, las malas condiciones de las aceras y las indisciplinas con su uso. Siempre lo abordamos desde el humor, para que el público pueda disfrutar. El último acto tiene también mucha comicidad porque gira en torno a la visita a un médico, cuya especialidad son las mujeres. Para lo último, pero no menos importante, hacemos canciones a dúos y se recitan poesías. Entonces, lo que tratamos de hacer es ayudar a reflexionar sobre las costumbres cubanas, pero siempre buscándole una solución. Tengo que decir que esta obra fue un poco el compendio de las clases que recibí en la CUAM (Cátedra Universitaria para el Adulto Mayor), donde muchos profesionales imparten clases a personas mayores de Centro Habana.

¿De qué manera el proyecto ha sabido extraerle a los adultos mayores ese artista que había dentro de ellos y que hasta entonces desconocían?

Eso es una realidad con la que yo me enfrenté en el buen sentido de la palabra. Cuando comencé a juntar a los interesados, matemáticamente todos me contestaban lo mismo: “¡Ah no profe! ¡Yo no voy a poder porque nunca he hecho teatro!” Los miraba fijo a los ojos y les contestaba: “¡Escucha bien! Tú nunca has hecho teatro, pero ahora vas a hacer teatro”. Se quedaban desconcertados. Nunca les pedí tener excelente memoria ni afán de éxito. La formación corría por mi cuenta. Les pedí voluntad inicial de despertar ese niño que todos tenemos dentro, esa vocación frustrada que –de alguna manera- también unos más que otros tenemos dentro. Además, les pedí confianza. Al tiempo me decían que se sentían distintos.

¿Cuáles necesidades tienen hoy en día? ¿Cuáles desafíos les quedan por afrontar?

El desafío va de la mano de las necesidades y las necesidades van de la mano del desafío. El desafío es encontrar permanentemente motivos. Por ejemplo, para escribir un texto y volcarlo al público, cosa que no es fácil. Otro es permanecer y estar atento en el caminar diario a las historias y actuaciones de las personas. Es teatro lo que ocurre en una guagua, lo que ocurre con el público que se sienta en un parque a leer. Otro desafío es el poder transmitir lo que ocurre en el diario vivir en un teatro, y dejar siempre un mensaje y una enseñanza. Bueno, la vida es un desafío, y el teatro forma parte de la vida.

¿Qué sueños tiene Enrique para el futuro?

Que pueda continuar el proyecto, que podamos contar con el espacio físico donde poder realizarlo, y que hoy tanto disfrutamos mis alumnos y yo. Que puedan continuar dándose las condiciones como las que contamos ahora en la actualidad, a través de Loyola Reina, para que podamos seguir con este enorme y maravilloso desafío.

Yo creo que el teatro es un excelente medio de expresión para desarrollar la memoria creativa, para desarrollar ese hipocampo que tenemos en el cerebro y que es también el responsable de la memoria actual y pasada. Creo que, fundamentalmente, es un arte que nos enseña a amar la vida, que nos ayuda a conservar lo que he llamado la juventud prolongada. Siempre, siempre hay tiempo para manifestar los sentimientos, las ideas y los pensamientos. Con esta experiencia que estoy viviendo reafirmo que es loable encarar los desafíos de la vida a través de este arte que tanto amo: el teatro.

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