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"En el año 1999, con algunos compañeros de universidad en Sociología, y también de otras universidades, tuvimos la inquietud de trabajar con el tema de la situación de calle, sin conocerlo mucho, a través de un trabajo de voluntariado que en esa época en Chile era muy común"

Ignacio Eissmann Araya

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Entrevista a:

IGNACIO EISSMANN ARAYA

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Por:

ELAINE ACOSTA

Cuéntanos brevemente sobre tu formación y trayectoria profesional en Chile. ¿Cómo llegas a interesarte en el tema de las personas en situación de calle?

Soy sociólogo de la universidad Alberto Hurtado y luego hice un máster en Gobierno y Sociedad, también en la misma universidad y hace poco terminé un doctorado en trabajo social y políticas de bienestar. Mi interés siempre ha estado en la pobreza en Chile. Previo a mi carrera profesional decidí la opción de estudiar Sociología porque era lo que veía más práctico para poder trabajar políticas públicas. Mientras estudiaba inicié un trabajo de voluntariado, lo que hoy en día es la organización Moviliza. En aquella época se llamaba UNELC (Una Noche En Las Calles) y era un trabajo con personas en situación de calle.

Una vez que terminé la carrera y me transformé en profesional, también el trabajo de voluntariado se profesionalizó. Así, el trabajo que he ido desarrollando ha venido muy de la mano con mi profesión, y estos últimos 20 años me he dedicado básicamente a trabajar en política pública en situación de calle, principalmente desde la sociedad civil, a través del diseño e implementación de programas públicos, en un formato de cooperación público-privada.

En Chile, los programas dirigidos a esta población son de carácter público, pero el Estado no los ejecuta, sino que los licita para que otros lo hagan, y ahí la sociedad civil ha tenido un espacio de acción. En paralelo, el Estado siempre ha vinculado a la academia, inicialmente como consultores e investigadores. Como docente en la carrera de Trabajo Social, y hace un poco con el estudio de doctorado, trato siempre de combinar esto. Mi trabajo principal es en ese ámbito de investigación sobre la situación de calle, pero también sobre pobreza y política pública en Chile.

¿Cómo surge la corporación Moviliza, cuáles son los principales hitos organizacionales que ustedes han tenido, las necesidades, problemas o demandas que identificaron para agruparse y profesionalizar el trabajo en relación con la situación de calle?

En el año 1999, con algunos compañeros de universidad en Sociología, y también de otras universidades, tuvimos la inquietud de trabajar con el tema de la situación de calle, sin conocerlo mucho, a través de un trabajo de voluntariado que en esa época en Chile era muy común. Era ir a dar comida a distintos lugares de las ciudades donde había personas en situación de calle. En esa época, se trataba de gente que vivía en la calle en lugares muy emblemáticos que tienen que ver con mercados, con líneas del tren, con plazas principales de la ciudad de Santiago, pero el concepto no estaba muy instalado. Algunos de quienes conformamos el grupo habíamos estado en colegios católicos y conocíamos de esta situación, porque esto es una problemática que en Chile se trabajó desde organizaciones católicas durante todo el siglo XX. La institución conocida como Hogar de Cristo es la más conocida en esta materia. Durante esa etapa inicial, tuvimos una primera aproximación que nos llevó a poder hacer algo más, algo diferente a lo que se estaba haciendo tradicionalmente en Chile, que era dar comida. Así transformamos esta actividad, que era una vez a la semana, en una organización voluntaria, pero siempre mirándolo como una organización formal.

Elaboramos un proyecto nuevo que era una casa de acogida. En los primeros años, el proyecto tuvo el apoyo económico de la Universidad Alberto Hurtado. El rector apoyó el año 2000 y el año 2001 con el arriendo de una casa y ahí pudo hacerse realidad. Yo entré a la universidad en el 98, salí en el 2003, y el proyecto empezó a cambiar. Voluntarios que estudiaron carreras en ingenierías, en odontología, dejaron el voluntariado y se dedicaron a trabajar en esas áreas. Por su parte, los que estábamos en el mundo de las ciencias sociales nos quedamos con el proyecto y lo fuimos profesionalizando, con una mirada que nos llevó a dejar la intervención y trabajar en incidencia pública, porque no teníamos como solventar la asistencia material que brindábamos en el año 2003.  

Entre el 2003 y el 2005, nos concentramos en presionar al gobierno de Ricardo Lagos, que era el tercer gobierno desde el retorno a la democracia en Chile, a que incluyera a las personas en situación de calle en el nuevo sistema de protección social conocido como Chile Solidario.

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Durante esos dos años ¿qué acciones de incidencia hicieron?

Participamos de la creación de la Red Calle, que es una red de organizaciones que trabajan con personas en situación de calle.

¿Tuvieron como misión agrupar a las distintas organizaciones sociales, coordinarse?

Sí, nos conocimos con otra organización que se llama Nuestra Casa y con un ala del Hogar de Cristo que nos invitó a participar de esta Red Calle. Empezamos a aportar activamente y nos hacía mucho más sentido lo que sabíamos de Sociología también para hacer propuestas. Hicimos algunos estudios indagatorios, articulamos a esta red con el CREAS (Centro de Reflexión y Acción Social de la Universidad Alberto Hurtado) para celebrar el primer congreso sobre situación de calle en Chile que duró dos días y fue la primera actividad inédita en este tema. Participamos de actividades de incidencia que hacía el mismo Hogar de Cristo porque ellos eran la organización que tenía mayor poder dentro de la sociedad civil en Chile para presionar por este tema.

Hay un santo en Chile que es San Alberto Hurtado quien fundó el Hogar de Cristo y es muy emblemático. Todos los años, en el aniversario de su muerte, el presidente de turno va a la tumba. Entonces el Hogar de Cristo aprovecha ese momento para posicionar un tema y en el año 2003 el tema fue la situación de calle. Se le entregó una carta al presidente donde se pedía, entre algunas cosas muy concretas, un censo de personas en situación de calle que apuntaría a saber cuántos eran y que se les incluyera en el sistema de protección social. Ese diagnóstico del sistema de protección social es importante porque hay un grupo de la población en indigencia que no logra superar la pobreza.

Entonces se crea el sistema de protección Chile solidario, pero paradójicamente las personas en situación de calle no estaban incluidas, por lo que era absurdo que los que estaban más perjudicados no estuviesen. Para nosotros era importante que se reconociera que la sociedad civil es la que sabía trabajar esta temática y que no podía haber una política pública sin la participación de la sociedad civil. En esa oportunidad acudió el ministro del Interior, que era José Miguel Insulza y en su discurso se comprometió a incluir a las personas en situación de calle en el sistema de protección social y esto sale en una portada de un diario de alcance nacional, que posteriormente permitió ir generando presión sobre el tema.

Otro ministro, que se llamaba Andrés Palma, también dijo algo parecido y la presión aumentó. En el 2006, iniciando el primer gobierno de Michelle Bachelet se incluye el Programa Calle al sistema de protección social, y en esa inclusión hay una activa participación de la sociedad civil. Paralelamente, el UNELC se refunda. Pasa a llamarse Moviliza y se reconoce como una organización de profesionales no remunerados, dejando de ser una organización de voluntariado.   

Moviliza pone en el centro los derechos de las personas, que se reconozcan como objeto de derecho de la política pública. A través de los fondos que proporciona el Estado, Moviliza por primera vez puede contar con los recursos para contratar una planta profesional, y lo mismo les pasa a varias organizaciones en paralelo. Este paso también permite que Moviliza sea reconocida jurídicamente, lo que inicia un proceso de crecimiento. Pueden desarrollarse más proyectos bajo la lógica fondos concursables que abre el gobierno con regularidad y que van permitiendo crear un equipo profesional hasta la actualidad.

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Uno de los objetivos dentro de las peticiones muy concretas hechas al gobierno era realizar un censo de las personas en situación de calle. ¿Ese censo ustedes lo logran realizar, una vez que obtienen esta primera licitación?

No, fue previo a la licitación.

¿Se pusieron de acuerdo con alguna universidad, cómo hicieron el censo?

Lo hizo directamente el Ministerio de Desarrollo Social -Ministerio de Planificación en esa época-, pero con colaboración de la sociedad civil. Finalmente, los que encuestan son voluntarios y trabajadores del propio ministerio. Pero toda la logística e información de donde y a quienes ir a encuestar fue resultado de un trabajo con la sociedad civil.

Ustedes eran los que tenían el conocimiento de dónde estaban estas personas, dónde ir a buscarlas...

Claro, y eso se hace en el 2005, el primer censo, que es un catastro.

Recuerdo ese catastro de personas en situación de calle. Lo tengo como un referente importante, porque pienso que es lo que necesitamos con urgencia en el caso cubano. La última información oficial que tenemos sobre personas en situación de calle es del año 2012, del censo de Población y Viviendas. Han pasado cerca de 10 años de ese registro. Los datos actuales confirman un agravamiento de la situación socioeconómica, la disminución de la protección social, que ha derivado en un incremento bastante significativo de las personas en esta situación. Lo que pasa es que no sabemos este incremento en qué magnitud ha sido, dónde es peor, no tenemos información sistemática y rigurosa para saber cómo intervenir. Frente a este panorama, la experiencia de ustedes es muy valiosa.

Nosotros hicimos el catastro en tres regiones. Lo importante de hacerlo es que, con mayor o menor precisión, se obtiene un número y se pueden empezar a tomar decisiones de política pública. Luego se repitió en 2011, y en esa oportunidad fue de carácter nacional.

¿Y en esta oportunidad también fue implementado por el Ministerio de Desarrollo Social?

Sí, siempre se solicitó con la colaboración de la asociación, el observatorio social de la Alberto Hurtado y tuvo un complemento de un estudio cualitativo. Actualmente hay un registro, se llama “Registro Social de Hogares”, que es donde se registran las personas que están en situaciones de vulnerabilidad, y se focaliza lo que era la Ficha CAS (caracterización social), y se hizo un anexo para personas en situación de calle.

No es un catastro, porque no permite decir cuánta gente hay en el presente, ni tampoco medir entrada ni salida, pero sí permite tener un aproximado de cuántas personas hay. Así, hemos cuantificado que, entre finales del 2016 y hasta marzo del 2021, hay un poco más de 16.500 personas ingresadas. Otras estimaciones hablan de 20.000. Entonces, hay ciertas cifras con las que se puede ir trabajando para tener un aproximado de cuántas personas hay realmente en situación de calle.

Igual es un número significativo. Conoces cuál es la proporción de personas mayores que hay dentro de las que están en situación de calle, qué importancia tienen a nivel cuantitativo. 

Al respecto, hay dos datos que son importantes. El primero es que, sobre 60 años, son alrededor del 12% de personas. Pero en el caso de las personas en situación de calle, para leer ese dato, hay que tener en consideración que la esperanza de vida se suele establecer 20 años menos que el resto y que la edad biológica es muy distinta a la cronológica. Entonces, por ejemplo, a los 50 años, uno ve personas que parecen de 70, y quedan fuera de la focalización de los servicios de adulto mayor. Así, hay personas de 55 años que están con demencia o con problemas de salud de abordaje complejo. Dicho de otro modo, la manera en cómo se entiende el adulto mayor y los cuidados que necesita en el caso de la situación de calle es más compleja y ahí hay un vacío de investigación e intervención social.

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Es muy interesante lo que estás diciendo, porque el deterioro en las condiciones de vida está íntimamente relacionado con las condiciones de salud, y así los procesos e impactos del envejecimiento pueden darse de manera anticipada en las personas que están en situación de calle. De este modo, no aplican los mismos rangos o categorías que para el resto de la población.

El promedio de edad es alrededor de los 45 años. La población adulta está entre 30 y 60 años, donde se concentra la mayor cantidad de población en situación de calle.

El dato que nosotros tenemos para Cuba, a pesar de ser bastante antiguo, nos indicaba que alrededor de un 40% de la población que estaba en situación de calle eran personas mayores. Esto es preocupante, porque muchas personas mayores están más expuestas, sobre todo en el tema de la vivienda, a vulneración de sus derechos, que les hacen llegar a vivir en situación de calle de manera permanente o al menos en la mayor parte del día.

Me imagino que, en paralelo, han transitado por diferentes enfoques y perspectivas de abordaje de la situación de calle. Si por favor me puedes contar brevemente algo al respecto.

Creo que inevitablemente con la formación profesional de quienes estábamos, nunca dejamos de pensar en la situación de calle como problema social, de poder conceptualizar o problematizar. Uno valora la primera parte, que es la etapa del voluntariado, como algo muy vivencial, donde uno suele poner a la persona como una víctima de todo, que ha sufrido todo y hay que ayudarla en todo. Entendiendo que hay personas diferentes, pero uno no puede ni victimizar ni santificar a las personas. El cambio más importante es entender que esto no es solo una problemática individual, sino que es una población que está viviendo esto. Para mí, esa es la primera gran conceptualización que hacemos en Moviliza, que no solo hay una persona en situación de calle, sino que van compartiendo algunas características con los demás que experimentan la misma marginalidad.

Esto nos llevó a preguntarnos si había culturas de calle o subculturas, si este concepto de situación de calle aplica o no, porque fue bien operacional, no fue con una elaboración teórica detrás. Más bien fue responder al reto inicial de cómo nombrarlos de una manera no peyorativa, teniendo en cuenta que el tema no era solo de vivienda. Ahí hay una primera elaboración que se trabaja desde 2006 hasta 2008. Luego, conociendo a las personas con más profundidad a través del programa, se agrega otro componente, que son las trayectorias de vida. Esto permite entender que las personas no son solo un presente, sino que son resultado de trayectorias que han llevado, y que hay denominadores comunes desde su infancia. Podemos ver muchas historias de vulnerabilidad, de abuso, de judicialización, idas a la cárcel, lo que nos llevaba a decir que la situación de calle no es algo sólo de una población específica, sino que incluye algo que llamamos la pobreza urbana. Chile es muy urbano, cuesta ver aquí la ruralidad como otros campos de exploración de este fenómeno.

En la época del 2009 al 2015 ampliamos la intervención también con una línea de infancia ocupando e implementando programas de gobierno que prevenían la deserción escolar, o trabajaban con hijos de personas que estaban privadas de la libertad, etc. Luego ampliamos un poco más el tema y dijimos “la situación de calle es todo y nada”, es decir, tiene todos los problemas que uno se imagina, pero eso hace que uno no sepa por donde agarrarlo. Entonces salud mental, bueno salud mental para personas situación de calle, cualquier cosa para personas situación de calle y eso ya no podía ser porque, de hecho, va en contra hasta lógica de reconocerlos como personas iguales a todos.

Ahí nos sumamos a lo que se venía trabajando a nivel internacional que pone la vivienda como el problema. La falta de vivienda como el problema y una vivienda adecuada. Esto es lo que propone Naciones Unidas.  Esta perspectiva permite ver particularidades. Por ejemplo, algo que está muy vinculado a la situación de calle como el consumo de alcohol. Estar borracho en la casa, quedarse inconsciente en la cama con otra persona, que en caso de cualquier emergencia lo puede cuidar, no es lo mismo que quedar en la misma condición en la zona sur de Chile con -3 grados porque se va a morir de hipotermia. Así, la falta de vivienda va amplificando esos otros problemas que son transversales. Decir en Chile que el consumo de alcohol y droga es propio de la situación de calle es absurdo. Somos un país de alcohólicos, entonces no podemos decir que solo ellos son los que consumen.

Otro ejemplo. Una mujer que escapa de su casa por violencia doméstica, depende de si tiene una casa a donde ir o si tiene que irse a la calle. El problema de la violencia de género no es solo en la situación de calle, es mucho más complejo, porque la vivienda es detonante y amplificar del problema. Y si uno esto lo mira en trayectoria de vida, a medida que va aumentando el tiempo en situación de calle, se va haciendo más difícil emplear la capacidad de agencia que tiene la persona. Lo anterior tiene que ver nuevamente con la edad, con los cuidados y con un adulto mayor que tiene una trayectoria larga, por ejemplo, con mujeres.

¿Está la situación de calle más masculinizada que feminizada en el caso chileno?

Yo creo que hay un mito ahí. Considero que se mide mucho más donde están los hombres. Al menos en los países occidentales que he podido revisar es lo mismo, porque se mide en las calles y se mide en albergues, y es un espacio que ocupan mucho más los hombres de manera permanente. Una mujer tiende a combinar. Puede estar dos días en la calle, pero después va a irse donde una amiga, donde un familiar, separa los hijos, luego los junta, va a tratar de gestionar la calle de una manera distinta. Cuando ya no pueda resolver porque está muy dañada o ha sido víctima de demasiadas cosas, la situación de calle aparece como un desplome. Por eso también se dice que las mujeres que están viviendo en las calles son muy problemáticas, son muy complejas, porque se mira la trayectoria finalmente.

Las mujeres emplean mucho más su capacidad de agencia que los hombres antes de estar de manera permanente en situación de calle.  El hombre va y se queda en la calle y listo, no le da mucha vuelta a cómo resolverlo, sobre todo los jóvenes. Pero una mujer es distinto. Entonces ahí hay un mito. Creo que lo correcto es decir que donde se mide, existen más hombres.

No porque cuantitativamente así lo sea.

Por lo general, se distribuye entre un 15% mujeres y 85% hombres en esa condición. Pero se alerta del fenómeno que se ha nombrado como situación de calle oculta, Hidden homelessness. Lo mismo puede pasar con adolescentes. En Canadá también lo alertan respecto de la población indígena, al igual que la comunidad LGBTI que muchos son expulsados de sus casas. Cómo observarlo o medirlo es muy difícil. Yo creo que hay que ser cuidadoso de cómo uno dice eso.

El tema de la vivienda se conecta con otros temas, entonces es posible hablar de la población que literalmente se encuentra en calle, pues son personas que viven en la vía pública, en una plaza, albergue de emergencia o algunas personas que están en residencias, las cuales se encuentran un poco más protegidas por medio de programas residenciales. Por esto es posible decir que la situación de calle está mucho más cerca de campamentos, de las favelas, de las villa miseria. Es muy frágil esta definición, es decir, no porque puedas llegar a un lugar donde puedas echarte a dormir y tengas que salir al otro día, estás lejos de la situación de calle. Existe una frontera conceptual que es necesario ampliar. Nosotros estamos tratando de hablar del sinhogarismo, que es más literal del homelessness, porque creemos que la situación de calle solo está mirando la calle como espacio físico, y está dejando un grupo muy grande de la población en condición de vulnerabilidad fuera. Por ejemplo, los migrantes que están llegando por el norte de Chile, al ser migrantes no son población de calle, y eso es absurdo.

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Interesante cómo el desafío de las dinámicas de los fenómenos nuevos se va entrecruzando con otros de más larga data y ello impone un reto hacia los abordajes teóricos y de intervención social porque hay mucha población que está quedando por fuera.

Un solo ejemplo para aclarar ese tema. El año pasado en época de invierno, que va de junio a agosto en Chile, se abren albergues de emergencia para todas las personas en situación de calle para que éstos puedan acceder a ellos. Un día no estaban aceptando a una persona migrante y las razones tenían que ver con que esta persona no tenía papeles y se encontraba en situación irregular. Sin embargo, usualmente en estos albergues a nadie se le pide papeles ni antecedentes de nada.

Claro, por lo general cualquier persona que está en situación de calle puede no tener documentación a mano.

Claro, en este caso él inmigrante tenía cuatro o cinco días en situación de calle, probablemente llegó desde el norte y venía caminando desde Venezuela. Entonces llamamos al organismo regional del Ministerio y me decían: “no, no puede entrar porque solo lleva tres días, y tiene que llevar por lo menos dos semanas, cuando cumpla las dos semanas lo dejamos entrar”. Y esto es absurdo, pero es la realidad. Más aún que esta persona que lleva 3 o 4 días en la calle en Chile, en realidad lleva probablemente unos cuantos meses en esta situación durante todo su peregrinaje.

Ahora pensando en el caso cubano, me gustaría que comentaras sobre los principales desafíos institucionales, organizacionales, conceptuales, metodológicos, que has ido encontrando en la actualidad y que puedan también ser señales de alerta del camino recorrido para iniciar este tema en Cuba y en función de ello cuáles podrían ser las recomendaciones que harías.

Lo primero es necesario identificar un problema claro, ya que uno no puede dejar un problema a la deriva. Con un problema claro se puede presionar.  No se puede tener un tema ambiguo de personas que están sin casa en cualquier parte, porque si no, es más difícil presionar. La claridad en el problema permite definir a quien se presiona y ahí es necesario leer el contexto. Acá, por ejemplo, empezamos a presionar en el programa Chile Solidario porque hubo la identificación de ese grupo de “Indigencia”. Bajo ese grupo que se definió como el más prioritario, uno lo identifica, le coloca un nombre y los mete en el sistema de protección social, porque requiere ser protegido. Y acá habría que hacer lo mismo, en cuanto al nombre que se le da, no sé cómo sonará en la cultura cubana. Por ejemplo, en Colombia están los habitantes de calle, que desde Chile pueden sonar casi como si fueran marcianos que bajan a ciertos lugares. Por eso ir cambiando el nombre ayuda, cuestión que ha ayudado mucho en Chile y el Cono sur.

Entonces, se deben ir fijando prioridades y estrategias para mover los límites y barreras institucionales y culturales. Saber que uno quiere llegar lejos, pero ir moviendo de a poco y en ese mover de a poco establecer qué es lo que se quiere hacer. En el 2002 no había nada, la situación de calle solo entraba por el tema de la seguridad ciudadana por los temores que manifestaban los vecinos. Los primeros proyectos que ganamos y que también ganaban otras organizaciones se enmarcaron en el programa de comuna segura, compromiso 100 en los municipios. Era una manera de introducir el tema a partir de la preocupación de seguridad ciudadana, porque nuestro proyecto busca también la integración social.

O sea, ustedes lo que hicieron fue aprovechar una ventana, una oportunidad, aunque no era la más cómoda de trabajarlo, pero la usaron. Podría ser una estrategia para avanzar en el tema en Cuba, teniendo en cuenta las limitaciones y resistencias del contexto en la isla.

Exacto. Hemos conocido gente de una ONG que hace exactamente lo mismo, y sobre todo en el contexto cubano actual, hay que saber las puertas que se deben abrir para empezar a hacer un trabajo y que también empiece a mostrar esta realidad, desde dónde se puede entrar. Yo creo que es el segundo desafío, pero para unirse es necesario ponerse de acuerdo y establecer cuáles son los cercos que hay que ir corriendo. Y este ha sido el problema de la sociedad civil chilena, porque arrancó como caballo de carrera, pero ya no nos movemos, porque después de lograr esto tan grande, nunca más se ha logrado nada de ese nivel. Sólo seguimos presionando al Ministerio de Desarrollo social por vivienda y por salud, que en Chile son potestad de otros dos ministerios. Esto por tocar puertas equivocadas. Es increíble que llevemos 15 años discutiendo lo mismo, porque no sabemos cómo actuar y qué cerco correr, salvo cuando una persona de la sociedad civil llega al ministerio, se hacen algunos programas buenos, pero no sabemos qué más hacer. Yo creo que es un aprendizaje importante para saber articularse y elegir las piezas.

Y lo tercero es tener un contacto político y contextual para saber por dónde entrar. En Chile es algo paradójico, porque la intervención social no debería tranzarse en el mercado. Las organizaciones deben permanentemente competir por la ejecución de los fondos para atender a la población en situación de calle. Pero esto a su vez dio la posibilidad de que la sociedad civil se profesionalizara, que se pueda contratar gente, que se pueda crecer institucionalmente. Sin embargo, yo creo que este modelo ahora se agotó. El posible cambio de Constitución y la asunción de un nuevo gobierno de orientación de izquierda, puede modificar el giro de la protección social. En Cuba hay que mirar cuál puede ser esa posibilidad para cooperar, porque eso de pelear con el Estado es desgastante, porque es gigante, a menos que quiera derrocarlo.  

En la isla el incipiente tejido de la sociedad civil que va emergiendo tiene un montón de dificultades partiendo por su no reconocimiento legal, por un lado, pero también su gran atomización. Juntos son sospecha, pero igual hay que juntarse para promover cambios mayores. Tampoco tienen la oportunidad de concursar con fondos públicos, pero sí hay algunas posibilidades a través de agencias de cooperación internacional. Yo veo una oportunidad hoy, porque el Estado cubano, también necesitado de los fondos de cooperación internacional, ha tenido que empezar a hablar en un lenguaje donde se incorporan los cuidados, las corresponsabilidades, está hablando en un lenguaje de derechos también, aunque a un nivel retórico, pero hay una ventaja en este sentido que deberíamos poder identificar y usar.

Sí, es convencer al Estado que eso es cada vez más positivo o puede ser conveniente para ellos, aunque pueda significar que uno también gane espacios políticos. Pero en una primera instancia tenemos que atender lo urgente, que es el crecimiento de esta población, que al final si no actuamos será la afectada.

Algunos de los grupos y organizaciones de la sociedad civil en Cuba han surgido por grupos de voluntariado vinculados a las iglesias, o a veces algunos estudiantes, etc., proveyendo comida y medicinas frente a la crisis que hubo con el COVID. En esto, tienen un parecido con vuestro punto de partida.

La generación mía, de los que estudiamos y salimos de colegios en los noventa, es una generación que creció con Pinochet, pero que no tuvo política en su vida. Las marchas y el desorden eran sinónimo de algo malo. Nuestro gran referente fue Ricardo Lagos, por ejemplo. Y la generación que nació de los noventa en adelante, es gente que volvió a crecer en política. Todas las organizaciones que yo comento son de esta generación del 90, incluyendo la sociedad civil como el espacio de lo que fue la Unidad Popular, pero sin politizarse. El estallido social de octubre del 2019 en Chile hizo que se volviera a repolitizar la cuestión social de alguna manera.

Lo otro clave que yo veo de vuestra experiencia es lo que tiene que ver con las alianzas y el aprovechamiento de espacios y de oportunidades de la iglesia católica, que también podría ser una ventaja en el caso cubano, porque por lo menos tiene ciertos niveles de permisividad de la cuestión social. Por ejemplo, a la iglesia católica le está permitido cogestionar centros de larga estadía para la atención de las personas mayores. El otro ámbito de oportunidad ha sido la cooperación entre ustedes y las alianzas con las universidades.

Yo creo que algo importante para las ONG es saber leer el contexto, porque uno tiende a mirar solo su campo de acción. Que alguien de la organización pueda ir mirando el mapa completo para poder buscar las puertas de entrada, por ejemplo. Quizá el lugar para partir no sea La Habana, sino otro lugar que sirva de ejemplo, para que la sigan las otras ciudades. Sobre todo, porque este es un tema que no encanta, no es como trabajar con niños, no le gusta a nadie al igual que la migración. Hay que ver cómo mostrarlo de una forma que conmueva en el buen sentido, que movilice. Y eso se va aprendiendo.

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