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LA ESPERANZA TRAICIONADA

 

Por Fidel Gómez Güell

Investigador CUIDO60

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Más tristes, más pobres, más desesperanzados y más viejos. Así encuentra el 2024 a los adultos mayores en una Cuba marcada por la migración, el empobrecimiento y la incertidumbre. A pesar de los intentos de la narrativa oficialista por atenuar los efectos de la crisis estructural sistémica que experimenta la nación cubana, bajo el férreo control del Partido Comunista de Cuba y sus instituciones subsidiarias, el país no mejoró en el pasado año 2023, como prometieron sus gobernantes. Por el contrario, en muchos aspectos empeoró.

 
El estancamiento económico, la inflación, la escasez crónica de productos de primera necesidad y los altos precios de los alimentos, marcaron la cara del nefasto año que se fue. Para colmo de males, el Estado se empeñó en fortalecer el control sobre el flujo monetario en el país y se enfrascó en un proyecto llamado eufemísticamente “bancarización”, que vino a hacerle la vida un poco más difícil a los adultos mayores, los cuales tienen un menor acceso a la tecnología y una comprensión más rudimentaria de sus complejidades.

 
Se sucedieron en el año 2023 congresos, plenos, simposios y reuniones de casi todos los órganos del estado y las organizaciones de masas sin que soluciones concretas asomaran su rostro en el horizonte. La consigna sigue siendo la misma: “resistencia a toda costa”. Sin ofrecer alternativas de cambio por las vías pacíficas y civiles, una vez más el régimen totalitario deja abierta las puertas al aumento del malestar social, estimulando la emigración masiva de la juventud y penalizando a todos aquellos que una y otra vez apuestan por permanecer en el país en espera de una mejoría que nunca llega.

 
En este contexto debemos reflexionar también sobre la situación social de las personas cuidadoras, en su gran mayoría mujeres, quienes en muchos casos hacen esfuerzos gigantescos en detrimento de su propia salud y calidad de vida, para mantener en un estado de supervivencia humanamente aceptable a las personas de quienes ellos se han hecho responsables. El costo de la vida impide que las actividades de cuidado y atención al adulto mayor se realicen en un ambiente de mínimas condiciones materiales y de bienestar emocional.

 
La escalada de la criminalidad y la violencia en nuestras comunidades, especialmente en aquellas que son marginalizadas o desfavorecidas económicamente, el aumento del consumo de drogas y alcohol y los maltratos intrafamiliares son cada día más visibles, afectando a sectores cada vez más amplios de la sociedad.


La situación de calle es otro problema que ha venido a desgarrar aún más nuestro decadente tejido sociocultural e institucional. En esta condición, la gran mayoría de afectados son los adultos mayores. Las calles se han llenado nuevamente de ancianos famélicos y descoloridos que hurgan en los basureros locales en busca de algún poco de comida o mendigan limosnas al transeúnte, apelando a la caridad de quienes sobrellevan la crisis un poco mejor que ellos.

 
Durante un año de trabajo intenso, en el que hemos podido entrevistar a numerosos adultos mayores, algunos de ellos en situación de calle, hemos comprobado con pesar el nivel de deterioro progresivo de la situación afectiva y psicológica de estas personas que durante sus años útiles aportaron y contribuyeron a la sociedad y ahora se ven en las calles, luchando por sobrevivir sin la menor asistencia social.

 
En este ejército derrotado de “deambulantes” que arrastran sus pies cansados por las calles ahuecadas de la ciudad, no solo hay personas que padecen de adicciones o enfermedades mentales sino también maestros, instructores de arte, ingenieros, técnicos y obreros de todas las ramas de la economía, quienes en el último tercio de su existencia en este mundo la vida les jugó alguna mala pasada y quedaron al margen de la sociedad, condenados a la miseria y el abandono.

    
Algunos sienten vergüenza de su situación y han aprendido a esconder su tristeza detrás de los harapos que le sirven de vestimenta, otros evitan el contacto con extraños para no tener que hablar del dolor que soportan todos los días, mientras sobreviven en la soledad y la precariedad. Algo les une, y es que todos, sin excepción, se sienten traicionados por el sistema al que le dieron sus años mozos con sentido de lealtad y esperanza, cuando el futuro parecía prometer una utopía socialista de obreros y campesinos, donde nadie quedaría abandonado a su suerte, justo como viven ellos ahora mismo.

 
El 2024 ha iniciado sus días cargado de pronósticos negativos, incertidumbres y desesperanza. Ninguno de los planes, proyectos y programas implementados por el gobierno en los últimos años ha servido para mover la economía de la nación en la dirección de su recuperación y lo cierto es que los más humildes y vulnerables son los que han pagado el precio más alto. Un hecho innegable es que el país sigue envejeciendo a un ritmo acelerado, la migración de capital humano calificado continúa su flujo permanente y las perspectivas de cambio brillan por su ausencia. 


En el reciente discurso de Raúl Castro, efectuado en la provincia de Santiago de Cuba, el nonagenario general vaticinó un año de “lucha revolucionaria”, grandes sacrificios y más “victorias” para la revolución, contando, según él, con la lealtad a la que el pueblo los tiene acostumbrados. El discurso oficialista vuelve a reciclar las consignas del pasado año, en un ambiente popular de creciente apatía y autismo político, en el que nadie se atreve a señalar al rey desnudo que representa la debacle, lenta, pero inevitable del sistema totalitario en Cuba.

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