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Ella: la cubana que ama los gatos
Por: Fidel Gómez Guell
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ELLA: LA CUBANA QUE AMA LOS GATOS

En el corazón del Vedado habanero vive Ella Razumova; nombre bielorruso igual que su sangre de mujer bendita. Abrazó esta isla como una segunda patria que, al final, terminó siendo la primera. Cuando me acerqué a hablarle, luego de ver el increíble ritual que realiza todas las tardes para alimentar a los gatos callejeros del barrio, noté en su acento agradable y pausado, su piel blanca como la Smetana y sus ojos de azul intenso, la huella de sus raíces eslavas y una nostalgia perenne por otros tiempos y latitudes.

Ella, de 78 años, lleva más de cincuenta viviendo y trabajando en Cuba. Nacida en Minsk en tiempos soviéticos, vino con su esposo cubano a trabajar y a construir en este país el futuro luminoso que prometía el socialismo en la romántica década del sesenta del siglo pasado.

Durante cuarenta años trabajó en varias ramas de la economía y la industria relacionadas con la química. Luego se jubiló por la “ley vieja”, lo que significa que su pensión apenas le alcanza para sobrevivir. Sin embargo, cuenta con la ayuda y el cariño de sus hijos, uno de los cuales se hizo doctor en medicina y vive en la provincia de Cienfuegos. Su hijo menor le acompaña en casa.

Se siente tan cubana como una más. Con una candidez casi infantil me dice: ya yo soy de aquí. Es tan gentil que parece salida de un cuento folclórico ruso, uno de esos de doncellas y princesas de largas trenzas rubias que me leían mis padres y publicaban las editoriales MIR y Progreso. A pesar de su edad, sigue luchando y encuentra propósito en el servicio a los otros, en este caso a los animales, que tanto necesitan de compasión en estos días difíciles por los que atraviesa el pueblo de Cuba.

Con paso delicado y rítmico, en las tardes, Ella realiza su ritual cotidiano con una olla de alimentos en una mano y en la otra, un manojo de llaves, que suena como un cascabel al que siguen los gatos con asombrosa disciplina. Ordenadamente Ella los alimenta, mientras los animales la rodean y obedecen. Cuando la entrevistaba, varias personas que pasaban le saludaron con cariño y respeto. Todos la conocen en los alrededores.

 

Mientras conversamos me cuenta que desearía se pudiera realizar una campaña de esterilización de las gatas callejeras para evitar la reproducción descontrolada. Ella misma ha llevado a algunos a la clínica veterinaria en el pasado con esos fines, pero ahora cuesta 1500 pesos por animal, que es más o menos toda su pensión de jubilada.  Alimentar tantos gatos tampoco es tarea fácil. Algunos vecinos y pequeños negocios locales le dan alguna ayuda con la comida de los animalitos. Ella compra subproducto de pescado, a 60 pesos la libra y les cocina arroz mezclado con las sobras de la cena de la casa. Es un esfuerzo económico significativo, pero me comenta que eso le trae paz a su alma. Es una mujer tan dulce, que conmueve el solo hecho de conversar con ella.

Siente pena por los maltratos cada vez más frecuentes a los animales callejeros y le duele que las personas los echan de sus casas dejándolos desamparados. En Cuba, el maltrato animal, el abandono a las mascotas y otras malas prácticas en el cuidado y atención a los animales han ido en aumento en los últimos años. Es un reflejo de la decadencia social y moral por la que atraviesa el país.

Ella vive de su pensión y la de su esposo, aunque recibe ayuda de sus hijos. Me cuenta los avatares de su vida cotidiana con el aumento constante de los precios y los estragos de la inflación. Padece, como cualquier otro adulto mayor cubano, los impactos de la crisis sistémica, pero ha encontrado un propósito en su vocación de servicio hacia los animales que le da energía y ánimos para seguir luchando. Su historia me pareció conmovedora y necesaria. En el contexto actual en el que muchos adultos mayores sufren maltratos, abandono y falta de motivación para seguir viviendo, el ejemplo de Ella es una muestra de que se pueden encontrar razones e inspiración para vivir con calidad espiritual, aun en los tiempos más oscuros, que por definición preceden a los tiempos de luz. 

Podría sonar como un cliché, pero Ella nos ha dado una lección moral, lo hace todos los días. Quien quiera verla, ayudarla o simplemente pasar a saludarla puede darse una vuelta por la calle F del Vedado y tener la oportunidad de compartir unos minutos con esta cubana especial. Le prometí que escribiría su historia mientras nuestro encuentro estuviera fresco en la memoria. Por todo lo que hace y el ejemplo de resiliencia que es su vida para todos nuestros ancianos, a Ella le dedico estas líneas de gratitud.

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