MIGRACIÓN Y VEJEZ
La cocina de la Abuela
Por: Teresa Díaz Canals
LA COCINA DE LA ABUELA
Puede ser que a otro mundo pueda llevar lo que he soñado,
pero ¿podré llevar a otro mundo lo que me olvidé de soñar?
Fernando Pessoa De poesías (12)
Yolanda es una persona mayor, emigró hace 17 años con su familia: el esposo - que no es el padre biológico de sus dos hijos - y un perrito, que ya falleció. Ellos se ganaron la visa mediante el programa que en Cuba se le dice "El Bombo", que es una especie de sorteo que entrega una cantidad de visas anuales para emigrar a los Estados Unidos. Para salir de Cuba, estuvieron obligados a entregar al Estado el apartamento en el que vivían en el municipio Playa, a pesar de tener su esposo un hijo que pudo ser beneficiado con esa propiedad. Antes de ese tiempo de abandono del país natal, construyeron durante diez años, y con mucho esfuerzo, dos cuartos en la azotea del inmueble, que al final ni los pudieron terminar completamente.
Conversamos brevemente sobre la experiencia migratoria, un proceso extraño, pero también acogedor que abrió sus puertas a gente que defendió su derecho a soñar y a vivir con dignidad.
TDC- ¿Puedes relatar como fueron los primeros años al trasladarte hacia los Estados Unidos? Cómo fue el recibimiento que tuviste cuando llegaron al aeropuerto de Miami.
Y- A nosotros no nos acogió ningún familiar o alguna amistad. Nadie de los parientes que teníamos podía hacerse cargo de esa cantidad de personas, aunque algunos nos enviaron un apoyo en dinero. Nos acogimos a la ayuda de la Iglesia. El primer día dormimos en un hotel y al día siguiente, por el hecho de traer un perro - así nos aclararon - nos llevaron para Arizona. Aquí es donde residimos hasta hoy.
Recuerdo que el primer impacto que recibí fue poder dormir en un colchón nuevo, que no se hundiera ni estuviera con huecos. Me sentí maravillada de poder descansar en otras condiciones. Todo lo que nos entregaron era nuevo. Al principio la vida nos fue bastante difícil, aunque nos llevaron para una casa muy barata en comparación con los precios que hay ahora. Mis hijos se perdieron la primera vez que tuvieron que tomar un ómnibus, el primer trabajo que hicieron fue limpiar baños en el aeropuerto de esta ciudad, muy duro. Ahora mi hijo es camionero y su esposa - cubana también -es peluquera. Tienen a su niño de un año y y mi hija trabaja determinados días a la semana en un hotel.
Al poco tiempo de llegar, mi esposo recibe la noticia de que su hijo había fallecido por una subida tremenda de la presión. Eso fue un golpe extremadamente fuerte. Dejó un nieto pequeño
Trabajé en una tienda, pero una vez me desmayé y me declararon epiléptica. Ya venía con problemas de salud, pues había sido operada en Cuba de las tiroides. Me deshabilité y me brindan una ayuda económica, incluyendo bonos para adquirir alimentos gratis.
Mi hija conoció a un ciudadano argentino por Internet, se casó con él y tienen ahora tres hijos, viven en otra casa en un barrio mejor, pues en el que vivo no se considera de un estatus elevado. Allí me dediqué a cuidar niños, no podía darme el lujo de estar sin hacer nada. Mi esposo trabajó hasta que llegó la pandemia, en ese momento pidió la jubilación.
TDC- ¿Puedes hacer un balance de lo que ha significado para ti la migración?
Mi sueño era poder irme de Cuba y poder ayudar a la gente que conozco y aprecio allí. He cumplido con ese deseo, traje a dos de mis mejores amigas de visita, ayudo a algunas otras más que trabajaron conmigo con algún dinero, así como a un primo que queda allá.
Hace un tiempo que comencé a cocinar comida cubana para fiestas y eventos. El negocio se llama La cocina de la Abuela. Con lo que hago nos alcanza para vivir sin tener que depender de nuestros hijos. Aldo, mi esposo, es el que lleva los encargos que me hacen. Todos los clientes son cubanos que viven en esta zona, los cuales siempre me piden cosas de nuestra comida tradicional.
Tengo que agradecer a la vida que estamos aquí trabajando mucho, pero con muy buena atención en nuestra vejez. Aquí me operé de mis manos, de unas venas que tenía obstruidas, mi esposo se acaba de operar de catarata en un ojo. Ya somos ciudadanos norteamericanos. En Cuba nos estuviéramos muriendo de hambre con nuestras exiguas pensiones y sin atención médica. En noviembre nos vamos unos días para Argentina, al bautizo de dos de los nietos. No podemos quejarnos.