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ESTRELLITA
Por: Teresa Díaz Canals
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ESTRELLITA

Ningún rencor podrá borrar el peso de la ternura venida de lo alto

María Zambrano

Muy cerca de la casa donde resido abrieron una pequeña cafetería. En el 2020 me fijé en una señora “deambulante” que pretendía comprar un café allí. La intercepté, le pedí que se sentara en un parque aledaño, creado después de un derrumbe en la esquina de 26 y 27, en el Vedado.  El parque fue inaugurado un 13 de agosto en conmemoración del nacimiento del otrora presidente Fidel Castro, líder de una revolución proclamada en nombre de los humildes y para los humildes. Ahora esta mujer se sienta allí casi diariamente, vestida de harapos, sucia, con paquetes repletos de pomos, trapos y otras cosas mugrientas que constituyen todos sus bienes. 

 

La mujer se llama Estrella Cruz Casamayor. Lleva más de treinta años viviendo en la calle. Me contó que es de Matanzas y residió por un tiempo aquí en La Habana en la casa de un señor mayor.  Cuando este falleció, la desalojaron de esa vivienda, parece que por los herederos de esa persona dueña del inmueble. Ahí comenzó su prolongado vagabundeo. Se alió con un amigo, dormían debajo de un camión roto en el Nuevo Vedado. La policía los desalojó. No eran dignos de pernoctar en esa zona de cierto nivel en tales circunstancias. Se trasladaron a otro espacio, ahora su refugio es debajo del Puente Almendares.  A su amigo se lo llevaron una vez y nunca más lo vio, a su perro Canelo lo atropelló un carro. A ella la han conducido obligada a un supuesto albergue para ese “tipo” de gente. Me explicó que no quiere estar en ese lugar, pues el “jefe de galera” la maltrataba para que se bañara. Fue muy significativo que el lenguaje que utilizó es el mismo que se maneja en las prisiones.

 

Estrellita apenas habla, lo mismo te dice que tiene 70 años que 60, le pido su carnet de identidad, pero no me sabe decir si lo tiene. Tampoco me dice el día de su cumpleaños, ¿qué puede saber esta mujer de fechas significativas, de mínimas celebraciones?  Hace poco llegó al frente de mi casa y me gritó de manera desgarradora, llorando: ¡Tere!, ¡me robaron!  La calmé, me mostró un viejo bolso donde tenía una carterita, había logrado reunir alrededor de 300 CUP, todo le había sido sustraído esa noche. Se me hizo un nudo en la garganta.

 

Cuanta tragedia por no tener un nido de tranquilidad, las casas para estos seres humanos son sus propios cuerpos. Cuando - más sosegada - se alejó, solo le pedí a Dios que ayudara a esta mujer, que le cambie su triste rostro, que deje de sufrir ante tanta indiferencia, hostilidad, tanto no ver, que le encuentre un caracol que le pueda proporcionar una invencible esperanza. Ese sería un modo de apaciguamiento frente a esta terrible incomodidad.  La fe tiene un modo muy sencillo de asombrarnos: hacer en grande.

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