“Quiero que se me escuche”
FRANCISCO, UN MARINERO POR DESEMBARCAR
Por: Orlando Barbán
FRANCISCO, UN MARINERO POR DESEMBARCAR
Cada día se le ve serio, pensativo, haciendo apuntes en su libreta teñida por el tiempo. Lo observa todo a su alrededor, conversa con algunos que se topa a su paso, ofrece su opinión sobre lo que ve o piensa, se queja y se enfada por los tragos amargos que vive a diario. Cuenta sus muchas historias de marinero, expresa abiertamente sus deseos de trascender, de dejar una huella en los demás.
Su caminar es lento, libre y bien orientado. Siempre se le ve solo, adentrado en su pequeño mundo plagado de recuerdos de altamar. Anda con ropa corriente y usa doble nasobuco de tela gruesa. Lo distingue una gorra endeble de fabricación nacional que lleva una insignia de marinero, fijada con las puntadas de sus obsesivas manos. Siempre lleva consigo un bolso lleno de fotos, distinciones, cartas, planos de barcos, papeles y bolígrafos.
Después de varias conversaciones de sensibilización, el inigualable Francisco finalmente accedió a la entrevista.
¿Quién es Francisco?
Me llamo Francisco Mendoza Castero, tengo 76 años y vivo en Centro Habana. Mi casa es la casa materna, donde mi hermana y yo nacimos. Yo vivo solo y mi hermana en 10 de Octubre.
¿Dónde trabajabas y cuál era tu ocupación?
Yo pasé un curso de marinero mercante. Nos pagaban en divisas, 0.75 centavos por hora. El pago se efectuaba cuando llegábamos a tierra. En moneda nacional, como timonel, nos pagaban 400 pesos aproximadamente. Estoy hablando después del año 1967. Los viajes más largos los hice a Asia, para la zafra de los 10 millones, transportando azúcar. Fui a Japón, China y Viet Nam. Luego cogí el barco ganadero y fuimos a Montreal en once ocasiones. Nos pagaban entre 5 y 6 dólares diarios. Siempre fui buscando conocimiento para acomodarme, para evitar pasar mucho trabajo. Hasta que me hice timonel B.
¿A qué te dedicas en la actualidad?
Estoy apoyando a la profesora Mayra con el curso de Medicina Natural (un curso del proyecto Otoño del Centro Loyola Reina), también en el comedor de Reina, llevándoles la comida a unos abuelitos que no pueden ir a la Iglesia a comer. Le ayudo a Luisa (investigadora del Centro Loyola Reina) con el mapeo de Los Sitios. En todo lo que yo pueda hacer y que esté al alcance de mis capacidades, aquí estaré.
¿Cuáles son tus ingresos, recibes algún tipo de ayuda económica?
Después de 45 años de trabajo como marinero mercante, me pagaban inicialmente 280 pesos. Luego de muchas carreras en la Dirección de Trabajo de Centro Habana me subieron a 320. Antes, cuando me retiré del trabajo de marinero, me pusieron a hacer guardia en un lugar lejos, en la Escuela Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas, en Casablanca. Las condiciones eran malas. Hoy recibo de jubilación 1578, sólo con eso me mantengo. Y no me alcanza para casi nada. Tengo que caminar bastante para encontrar ofertas económicas.
Las personas me recomiendan que haga algo de trabajo para aumentar el dinero, pero lo que aparece es hacer guardia en círculos infantiles, etcétera. Pero yo no quiero. Yo no quiero estresarme con eso.
¿Cómo te las arreglas para realizar tus actividades cotidianas?
Yo mismo me lavo mis cosas, me lavo mis chores, mis medias. Tengo problemas con el baño, y en la cocina enjuago los pozuelos. No cocino porque no tengo cocina ni refrigerador. Cuando se cambiaron los equipos electrodomésticos me prometieron cambiarme el refrigerador, pero nunca lo hicieron.
¿Cómo resuelves entonces el tema de la alimentación?
Recibo la alimentación en un comedor del SAF (Sistema de Atención a la Familia) en calle Monte, pero eso es cuando voy a buscarlo. Aquí en el comedor de la Iglesia de Reina también recibo alimentos, desde el año 2012, gracias a una hermana que se llama Berglis. Ella es un “pastel” (buena persona). El comedor de Reina es como un restaurant comparado con ese lugar (el SAF). Los miércoles y viernes, que es cuando se nos da almuerzo en la Iglesia, es una bendición.
Tengo que ir “serruchando” lo que puedo comer, para que me dure todo el día. Yo como lo que sea, siempre que el precio sea bueno. En el SAF, la comida la tengo que pagar y me están dando menos. No me alcanza para la tarde. El costo es barato, fluctúa entre 12 y 15 pesos. La calidad es más o menos. Generalmente es arroz y un “huevito”. Solo nos dan 2 dedos de comida. Me gustan las confituras, ¡pero imagínate! Yo paso trabajo para comer. Los precios están disparados. ¡Así no se puede! A esta edad, hay que alimentarse bien.
¿Cómo es tu situación de salud y la calidad de la atención médica que recibes?
Padezco de alergia, los pies los tengo con problemas, necesito de plantillas pero es difícil conseguirla en Cuba-RDA (Centro Nacional de Ortopedia Técnica Cuba-RDA). Yo voy al médico cuando verdaderamente necesito. La doctora del consultorio y su esposo tienen buenas relaciones conmigo, me atienden, conozco a su hija, la vi nacer. Me da las recetas, pero se me vencen porque no hay medicinas.
¿Cómo son las condiciones de tu vivienda?
Mi casa tú la viste, está muy mala. Los marcos de ventana están podridos. Una pequeña llovizna no pasa nada, pero cuando es algo fuerte, se filtra mucho. El agua también se mete por el techo, que ha soltado pedazos. Yo le coloco papel periódico para secar, pero no resuelvo nada.
Mi mamá nunca quiso que se hicieran obras de construcción. Yo he ido a vivienda, pero no he resuelto nada. Me dicen que le eche un derretido de cemento y luego le pase pintura impermeabilizante, pero eso cuesta mucho. Si hago eso, no como. Con las goteras que tiene el techo, yo lleno de 60 a 70 botellas. En la cocina se cayó un pedazo. Para reparar la casa se necesitan por lo menos como 20 mil pesos. Tengo que tener fuerza de espíritu. Eso no me puede amilanar. No puedo coger lucha, porque la mente se me puede afectar.
Yo duermo en un canapé, el colchón tiene muchos parches por donde quiera, hendiduras y chichones. Eso te “chiva” (afecta) la columna. ¿Y dónde y cómo voy a comprar un colchón? Eso vale “una pila” (bastante) de pesos. A veces, me subo para aplastarlo, pero no hay quien lo enderece.
¿Y tu entorno, qué tal las condiciones que existen en tu barrio?
Vivo en el barrio Los Sitios. El barrio tiene sus características especiales, es complejo -me señala diciéndome que yo lo conozco bien-. Hay muchos conflictos, la limpieza es pésima, las latas de cerveza están donde quiera, las… (heces fecales) de los perros están a la entrada de la escalera. La gente escandaliza.
El barrendero pasa limpiando a las 5 AM y cuando amanece, está como si nada. Las personas no cuidan nada. Frente a mi casa, no tengo descanso, porque la vecina de enfrente pone alto el volumen del televisor, y lo tiene en su cuarto, que es frente al mío.
¿Cuáles iniciativas para los adultos mayores conoces en tu localidad? ¿Has participado en alguna de ellas?
Yo estoy graduado de la Cátedra Universitaria del Adulto Mayor, en el Instituto de Diseño. De los cursos en el 2010 y 2011. O sea, tengo un título universitario porque eso es extensión universitaria. Luego, del 2012 al 2015 hice los cursos de seguimiento. Lo que no me gusta es estar ocioso.
¿Crees que en la sociedad cubana actual se respetan a los mayores?
Bueno, debería de ser así. He visto que sí. Por ejemplo, aquí (en Loyola) sí lo veo, es donde mejor me siento. Pero hay veces que en la calle me han tratado como basura. En las colas es donde se recibe más maltrato y en las guaguas, aunque hace rato que no cojo ninguna. El otro día le dijeron a un señor mayor: “usted es un viejo cochino”. Eso no puede ser. Él puede ser su abuelo.
¿Qué se puede hacer para dignificar la vida de los adultos mayores en Cuba?
Yo estoy jubilado desde el 2009 al 2010, yo soy muy material (se refiere a ser pragmático), realista; soy más marítimo que terrestre. Yo trato de evitar los espectáculos desagradables que se dan en la sociedad. Se debe respetar más a los mayores, que el trato sea bueno, sin maltratos. Hay que valorar su historia y el rol que desempeñó. Quiero que se me escuche.
Terminamos la entrevista con un fuerte apretón de manos. Me pregunta cuándo saldrá y si a través de ella se pudieran resolver algunos de sus problemas, sobre todo, el de la casa y los conflictos vecinales. Actualmente, Francisco, está organizando una serie de charlas para niños y adolescentes del Centro Loyola Reina, sobre la vida en el mar y sus propias historias como navegante. No caben dudas, es un marinero aún por desembarcar.