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Hermana Olimpia González Núñez

Hermana Teresiana

Por: Elaine Acosta González

¿Cuál es el trabajo actual que realizas y qué servicios brinda la Compañía de Santa Teresa de Jesús a las personas mayores?

Pertenezco a la Compañía de Santa Teresa de Jesús (Hermanas Teresianas), donde somos tres hermanas en la comunidad de La Habana y tres en la comunidad de Camagüey. Lamentablemente, el año pasado tuvimos que cerrar la comunidad de Camajuaní, en Santa Clara, después de 28 años de presencia. 

Aunque somos pocas hermanas, nuestra misión abarca varios proyectos. En La Habana acompañamos una pequeña comunidad cristiana, en su mayoría adultas mayores; cada domingo tenemos un espacio de formación y la celebración de la Eucaristía en la capilla de la comunidad. Como parte de la misión de la comunidad, trabajo en la Conferencia Cubana de Religiosas-os (CONCUR), ofreciendo el servicio como secretaria de la Conferencia y acompaño al grupo de jóvenes de la parroquia de los Pasionistas, en La Víbora.

A través de la pastoral educativa, colaboramos con el reforzamiento escolar con niños y niñas de primaria, en La Habana; y primaria y secundaria en Camagüey. Acompañamos también a un grupo de mujeres de las comunidades de tránsito cercanas a nuestra comunidad. Otro proyecto es el acompañamiento a adultos mayores. En las dos comunidades, una vez al mes se ayuda a un grupo de ancianos con una jaba con alimentos y artículos de aseo; es una pequeña manera de paliar las grandes necesidades que padecen estas personas. En La Habana atendemos a otro grupo de adultos mayores ofreciéndoles almuerzo de lunes a viernes. También procuramos ayudar a través de la entrega de medicamentos que, aunque está dirigido a personas mayores, se hace extensivo a todas las personas de la comunidad que necesiten alguna medicina.

Durante la pandemia fue muy complicada la gestión de estos proyectos debido a la difícil situación económica de Cuba y la cancelación de los viajes a la isla. Conseguir las cosas fue casi misión imposible, así que optamos por proporcionar la ayuda en dinero en efectivo; incluso el comedor estuvo cerrado, para evitar posibles contagios. Cuando lográbamos comprar algo, se proporcionaba una parte en efectivo y otra en especies. Este año, retomamos nuevamente el servicio del comedor.

Además de los servicios de alimentación y medicamentos, nuestro propósito es favorecer espacios que les proporcionen calidad de vida a los adultos mayores. Aunque en La Habana todavía no hemos retomado las actividades de formación con ellos por la situación de la pandemia, procuramos cada día, antes del almuerzo tener charlas motivacionales, manualidades, juegos de mesa y atención fisioterapéutica.

En tu experiencia de trabajo, ¿cómo ves el panorama general de la situación de las personas mayores en Cuba? ¿Cuáles son sus principales necesidades y cómo han ido articulando ustedes estos programas en función de las mismas?

De las cosas más preocupantes, lo primero es que las personas mayores se están quedando muy solas. El nivel de pobreza también va aumentando. En el caso concreto nuestro, de las personas que atendemos, o están solas, o viven con una persona que a su vez está en una situación muy precaria, ya sea un hijo, una nieta, o la esposa, pero viven en unas situaciones muy precarias. Una pobreza material, también existencial, de soledad. Muy solos están, algunos de ellos producto de familias que han emigrado y se van quedando los ancianos solos y desatendidos. Debido a la emigración, hay incluso ancianos con recursos, es decir, que no viven en situación de pobreza extrema y, sin embargo, están muy solos porque la familia se les ha ido del país.

A su vez, muchos padecen el déficit de medicamentos que hay en la isla, y son personas en su mayoría con enfermedades crónicas. Lamentablemente, no podemos suplir estas carencias, no tenemos todos los recursos para cubrir lo que el gobierno no les garantiza.

Cuando llegan a nuestra casa, procuramos que se sientan acogidos, escuchados. Al menos una vez al año, se organiza un encuentro formativo con sus familiares más cercanos, con temas sobre el cuidado y buen trato a los adultos mayores. También se les visita en sus casas.

 

Frente a este fenómeno de la soledad, más allá de las redes familiares, las redes vecinales o comunitarias, ¿ya no están funcionando como antes?

Honestamente no sé cómo funcionan las redes comunitarias, no te sé decir. Yo estuve fuera de Cuba varios años y regresé en el 2015, y la verdad es que desde que estoy aquí, no conozco redes que les apoyen. Al menos en la zona donde vivo, no veo mucho movimiento. En otras partes de la ciudad he visto que algo se hace para cuidar a los ancianos. En las mañanas, en algunos parques de la ciudad se reúnen grupos de adultos mayores a practicar Tai Chí. Sí que eso les ayuda, ciertamente les ayuda, pero veo a los ancianos que acompañamos y cómo a varios de ellos les cuesta caminar hasta llegar a nuestra casa, que no son capaces de hacer esto que hacen los que veo en los parques, que no cuentan con la autonomía física y económica para trasladarse a los lugares donde se hacen este tipo de actividades.

Es importante la articulación de los programas públicos y comunitarios de atención porque son muy diversas las necesidades que tienen las personas mayores. En estos casos que mencionas se requiere fortalecer, por ejemplo, los servicios a domicilio, pero entiendo que son bastante deficitarios en Cuba. 

Exacto. Donde estamos ubicadas en La Habana, concretamente, en una zona de Lawton, a unas cuadras de nuestra casa se encuentran cuatro comunidades de tránsito, donde el gobierno ubica a las familias que han perdido su casa por derrumbe, incendio, etc. En teoría, son comunidades temporales, se les ubica en estos albergues por tres meses. En la realidad, muchas familias llevan viviendo ahí 25 años más o menos. Las necesidades son muchas, por eso también tenemos proyectos con mujeres, niños y ancianos. 

Desde hace dos o tres años, el gobierno de La Habana ha intervenido en la zona donde están estos albergues, ya les llega el agua a sus cubículos y tienen sistema de drenaje de aguas negras, les han arreglado los cubículos y han construido biplantas de apartamentos en la misma zona. Al menos algunas familias pueden vivir más dignamente, pero hasta hace poco la situación era muy precaria. Muchos de los ancianos que acompañamos son de esta zona. Viven solos, en pobreza extrema. Algunos de ellos, además de recibir el almuerzo en nuestra casa, usan el servicio de comedor del servicio social que tienen en el barrio, que ofrece el mismo gobierno como parte del Sistema de Atención a la Familia (SAF).

Como te había dicho, visitamos a los adultos mayores en sus casas, aunque no es tan sistemático como quisiéramos. Lamentablemente no contamos con colaboradores que puedan llevarle el almuerzo a los que no pueden venir hasta la casa.

Entiendo que con la “Tarea Ordenamiento” subieron bastante los precios de los comedores del SAF.

Sí, subieron exageradamente, de 2.00 CUP pasó a 26.00 CUP. Ante el descontento general y la presión en las redes sociales, el gobierno estableció precios entre 8.00 y 13.00 CUP. Para las personas mayores que reciben la jubilación sigue siendo muy alto el precio.

¿Cuál es la metodología con la que ustedes trabajan? Me imagino que siendo pocas tienen que ir respondiendo a la urgencia, ¿cómo se organizan en ese sentido, han podido reflexionar o sistematizar sobre la forma en cómo realizan la intervención social?

Cuando regresé a Cuba, como Congregación nos estábamos replanteando el modo de vivir la misión. Vivimos un proceso largo de discernimiento y reformulamos todos los proyectos, no sólo el de acompañamiento a adultos mayores. Y ciertamente lo que vamos procurando es que los objetivos y líneas de acción de los mismos respondan a la realidad en este contexto concreto. La verdad es que no desde estudios sociológicos a nivel académico, pero sí de análisis serios de la realidad cubana. A partir de estos análisis procuramos responder a los desafíos de nuestra realidad.

Cuando otras instituciones, como Cáritas, por ejemplo, convoca algún encuentro formativo sobre adultos mayores, hemos procurado participar, pero no es algo sistemático.

¿Con cuáles otros proyectos de la sociedad civil, de la misma Iglesia u otras organizaciones, ustedes se vinculan o tienen algún tipo de sinergia?

En Cuba es muy fuerte la intercongregacionalidad, estamos muy vinculadas las congregaciones unas con otras, y nos vamos ayudando; es una fortaleza y una riqueza. Una muestra es el servicio en la secretaría de la CONCUR.

Nuestros proyectos son posibles gracias a la Fundación Enrique de Ossó (FundEO).

Los servicios que ustedes ofrecen están en función de las necesidades de la comunidad más cercana donde está instalada vuestra congregación. ¿Administran o gestionan centros de cuidado diurno u hogares de ancianos?

Nos concentramos en responder a la situación de la comunidad circundante con el comedor, las ayudas mensuales y los medicamentos. Nuestro proyecto en realidad es muy pequeño. Hay Congregaciones que tienen proyectos más grandes y complejos de atención a los adultos mayores, y que responden a su carisma.

Aunque nuestro carisma específico es la educación, acompañamos a los adultos mayores con este proyecto, pues procuramos responder a la urgencia de la realidad que clama.

¿Cuál es el tipo de relación que tienen con otras organizaciones de la sociedad civil, con el Estado cubano y sus organizaciones políticas y de masas de la comunidad, ¿no hay relación, o la que hay es incómoda o indiferente? ¿Pueden apoyarse mutuamente?

En el caso concreto nuestro, el único vínculo que tenemos, y es muy bueno, es con los médicos de familia de la zona. Por la situación de escasez de medicinas en Cuba, les facilitamos a los médicos una lista de los medicamentos con los que contamos y que no están disponibles en las farmacias, para que la tengan disponible en su consulta. Así, los pacientes pueden llegar a nuestra casa con sus recetas para obtener los medicamentos.

¿Ese vínculo se ha ido produciendo espontáneamente y sin obstáculos? El médico de familia es alguien vital en la comunidad, puede conectar a las personas que tienen distintas necesidades con otros servicios que hay que no sean sólo del Estado, porque al final las personas donde llegan es al médico.

Sí y la verdad es que ha sido muy bueno. En ocasiones no sólo les damos la lista, sino que ellos vienen a nuestra casa y revisan y clasifican los medicamentos que hemos recibido por donación. Hemos tenido que recurrir a algunas estrategias, sobre todo con el puesto de urgencias que nos queda a media cuadra de la casa, porque por la misma situación de escasez, las personas llegaban, pedían medicamentos y luego nos enterábamos que algunos los estaban vendiendo. Entonces, acordamos con los médicos que ellos les dan recetas a quienes necesiten de los medicamentos con los que podemos ayudar. Así que el vínculo, repito, es bueno. La relación con los dos médicos de familia cercanos es muy positiva.

Lo último, ¿cuáles son los principales desafíos que identificas y las necesidades de vuestra organización en pos de ir mejorando o ampliando lo que ustedes hacen? ¿Cómo crees que desde Cuido60 podemos ayudarles?

En cuanto a los desafíos, y no solamente de nuestra Congregación, sino creo que de la Iglesia en Cuba, el mayor desafío es cómo acompañar a los adultos mayores que están solos en sus casas o en situaciones de una gran vulnerabilidad. Acompañarlos no sólo desde una labor asistencialista, dándoles de comer, sino a través de programas que contribuyan a mejorar su calidad de vida, a que vivan en condiciones dignas.

Algunas Congregaciones cuyo carisma y misión es la salud, tienen más claro cómo mejorar la calidad de vida de los adultos mayores. Tienen más autoridad porque tienen más experiencia en este ámbito, y pueden aportar más de lo que yo he podido comentar. En Congregaciones como la nuestra, los proyectos de este tipo son muy pequeños, y es una gotica en medio de todo lo que se está haciendo en Cuba.

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