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"El uso de epítetos o calificativos apocalípticos es ante todo contraproducente. Esos términos de “tormenta demográfica perfecta” y "crisis demográfica" no existen en los campos de la ciencia"

Juan Carlos Albizu-Campos

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Entrevista a:

JUAN CARLOS 

ALBIZU-CAMPOS

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Por:

ELAINE ACOSTA

Me gustaría que brevemente nos contaras sobre tu trayectoria profesional y académica en Cuba y los desafíos que en materia científica consideras que son de prioridad en la actualidad, tanto para la institución donde te encuentras como para las ciencias sociales en general en Cuba.

 

Estudié en la Universidad de La Habana, donde obtuve la Licenciatura de Economía de la Industria en 1986. Trabajé en el Instituto de Planificación Física entre septiembre, 1986 y marzo, 1988. En abril de 1988 regresé a la Universidad, al Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), donde trabajé hasta noviembre, 2018. Allí comencé mi formación como demógrafo, que completé en la subsede del Centro Latinoamericano de Demografía (CELADE) en San José, Costa Rica, 1989. En CEDEM hice el doctorado en Ciencias Económicas, en 2001, y en la Universidad de Paris X-Nanterre, el doctorado en Demografía. En 2002. Luego, a partir de febrero de 2019 trabajo en el Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC), también en la Universidad de La Habana.

 

Existen diversos desafíos, en materia científica, que provienen de la necesidad de comprensión de las desarticulaciones existentes en la sociedad cubana en términos de la interrelación entre la población y el desarrollo, y que podrían definirse en tres áreas de demandas gnoseológicas:

 

  • ÁREA: REPRODUCCIÓN HUMANA, DINÁMICA DEMOGRÁFICA, COMPOSICIÓN Y ESTRUCTURA DE LA POBLACIÓN

En mortalidad: Fragilidad demográfica.

En fecundidad: Maltusianismo de la pobreza.

En composición y estructura de la población: Vejez demográfica en ausencia de desarrollo económico.

En dinámica demográfica: Contracción de la población y segunda transición demográfica.

 

•      ÁREA: ESPACIO, MOVILIDAD Y DISTRIBUCIÓN ESPACIAL DE LA POBLACIÓN

 

En migraciones internacionales: Ruptura de la simetría de las hormigas que escapan. Asimetría entre activos y flujos

En migraciones internas: Vaciamiento rural.

En distribución espacial: Descampesinización y reconcentración.

 

•      ÁREA: ECONOMÍA DE LA POBLACIÓN

 

        En el ámbito social: Fractura ideológica.

        En el ámbito laboral: Contracción de los espacios formales.

        En el bienestar y el desarrollo humano: Polarización de las oportunidades.

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Por: Carlos Díaz

En tus escritos has cuestionado el sinsentido del uso de términos como "tormenta demográfica", "crisis demográfica", tanto en la academia como en el discurso público, para referirse a los problemas y desafíos que en términos poblacionales enfrenta la sociedad cubana actual. Nos puedes comentar cuál entonces sería el término adecuado que mejor describe la situación demográfica cubana y cuáles son, a tu juicio, las dinámicas y problemas que existen en materia poblacional.

 

El uso de epítetos o calificativos apocalípticos es ante todo contraproducente. Esos términos de “tormenta demográfica perfecta” y "crisis demográfica" no existen en los campos de la ciencia que sustentan los estudios sobre poblaciones humanas y solo contribuyen a trasmitir una imagen de la realidad que, de hecho, es ficticia. Para decirlo en palabras de la Dra. Carmen Miró, “no existen problemas de población sino poblaciones con problemas”. Aquí es necesario que traer a colación los documentos (de los que Cuba fue promotora y signataria) de la Conferencia Mundial de Población, celebrada en El Cairo en 1994, y se comprenderá lo que explico.

 

De hecho, ese argumento de "la tormenta demográfica" o "crisis demográfica" refleja el sesgo de un discurso ideologizado que pretende impulsar la natalidad para revertir, locura mayor, eso que han dado en llamar “envejecimiento poblacional”, que tampoco existe conceptualmente. Podría leerse aquí aquello que salió publicado hace ya unos meses, que se titula “¿Zozobra demográfica?” y donde queda claro que el descenso de la fecundidad desde niveles elevados a niveles bajos es sobre todo el producto demográfico de un proceso mayor experimentado por la sociedad cubana, que se conoce como Modernización, y cuyo resultado, la vejez demográfica (el aumento de la esperanza de vida no juega ningún rol en ello), no es en absoluto un problema. De hecho, el verdadero problema es la ausencia de recursos suficientes para sostener a las personas, todas, y sobre todo a aquellas que ya han alcanzado o están por alcanzar la tercera edad, hoy y en el futuro próximo.

 

Realmente, cuando la fecundidad cubana era de casi 6 hijos por mujer, en 1900, la esperanza de vida al nacer era de alrededor de 33 años. Hoy tenemos casi 4 veces menos hijos y la esperanza de vida al nacer de ambos sexos reunidos es de poco más de 78 años. Más de dos veces más elevada. Nunca Cuba ha vivido una situación demográfica tan favorable y la clave está en que la población ha vivido eso que en la teoría se conoce como “Revolución Reproductiva”, que consiste en que los hijos que traemos al mundo hoy viven casi el triple que los de nacidos en 1900, cuando la mortalidad infantil, uno de los motores impulsores por excelencia del aumento de la esperanza de vida al nacer, era de poco menos de 225 defunciones de menores de un año por cada mil nacidos vivos, mientras que hoy es de poco más de 4 por mil.

 

La verdadera tormenta radica en que la población cubana ha completado ese proceso de "Revolución reproductiva", mientras que el modelo económico actual ha fallado al no realizar una correspondiente "Revolución productiva".

 

El envejecimiento demográfico, o mejor dicho, la vejez demográfica, podría decirse que no es otra cosa que el proceso de transformación de la estructura de edades de la población, como consecuencia de una reducción sostenida de la fecundidad en el tiempo y su estabilización prolongada en niveles bajos, por debajo del nivel de reemplazo, y que se caracteriza por un aumento gradual y sostenido de la proporción de personas de 60 y más años de edad, una mera forma de medirlo. Este proceso, a largo plazo, se ralentiza hasta que se detiene una vez que la población alcanza la condición de población estable, modelo demográfico que se distingue por una fecundidad, una mortalidad y una estructura de edades constantes en el tiempo.

 

El descenso de la mortalidad infantil, junto con el del resto de las edades, no hace otra cosa que rejuvenecer la estructura de edades de la población en tanto es la mortalidad de las edades más jóvenes la que desciende antes, lo hace a los niveles más bajos y lo hace también más rápidamente, aumentando el número de sobrevivientes en los grupos de edades que se encuentran en la base de la pirámide de la población, en primer lugar, de 0 a 14 años, luego de 15 a 29 y finalmente de 20 a 39 años, que son los grupos que siempre conducen el aumento de la esperanza de vida al nacer. Como también conducen su deterioro pues son las edades que mayor influencia tienen sobre ese indicador.

 

Así que el aumento de la esperanza de vida debido al descenso de la mortalidad, entre ellas la infantil, lo que tiene es un efecto rejuvenecedor sobre la estructura de edades de la población, como han demostrado autores como Jean Bourgeois-Pichat, Rolan Pressat, Jacques Vallin, Antonio Ortega (quien fue director de la subsede de CELADE en Costa Rica y produjo una extensa literatura sobre mortalidad y tablas de mortalidad), por mencionar sólo algunos de los clásicos. De hecho, John Knodel y Van de Walle, tomando los resultados del Proyecto Europeo Fecundidad, demostraron no sólo ese efecto rejuvenecedor del descenso de la mortalidad infantil sobre la estructura de edades de los países que habían hecho su transición demográfica, o estaban en fase muy avanzadas de ella, sino que el descenso de la mortalidad infantil se produjo después, y a consecuencia, del descenso de la fecundidad marital y la caída de la competencia entre los hijos por los recursos del hogar.

 

Así que no hay nada que contrarrestar que no sea la baja calidad de la supervivencia de la población cubana en la actualidad y la falta de control que los cubanos tienen hoy sobre sus condiciones de vida. El desaguisado de la tarea "Ordenamiento" y su defectuosa aplicación son el ejemplo más claro e inmediato que hoy tenemos. ¿Alguien ha notado, leyendo los documentos rectores de esa tarea, que ni el empleo ni el incremento sostenido de la productividad del trabajo forman parte de los cuatro ejes conductores de la susodicha tarea?

 

El discurso ha conseguido meter en la cabeza de unos cuantos que la vejez demográfica es un problema. Curiosamente, nadie dice que, en realidad, el único factor capaz de impedir la vejez, demográfica o individual, es … la muerte. Y tampoco, nadie explica nada sobre los problemas verdaderos que afectan a la población: la deficiente oferta de empleo para los jóvenes y la muy baja inserción laboral de las mujeres, mientras no hacen otra cosa que culparlas porque "no quieren parir", es decir, “son malas y no merecen”, los reducidos niveles de actividad económica, tanto de hombres como de mujeres, por debajo de los de países como Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica y Uruguay, la muy baja productividad del trabajo, el descenso que ya experimenta la población económicamente activa, la pérdida de su capacidad de reemplazo y la consecuente extinción del bono demográfico, el no aprovechamiento del bono de género, los bajos salarios y la desaparición de la capacidad de ahorro de la población, la polarización de la riqueza y la acumulación del 85% de los depósitos bancarios en manos de sólo el 13% de la población, el vaciamiento de la franja de base del sistema de asentamientos humanos (rurales) en el país debido al éxodo hacia las ciudades y el proceso de descampesinización que lo nutre, así como la caída de los rendimientos agrícolas y la deficiente ocupación de las tierras cultivables. Y un escenario de emigración sistemática de la población y de los recursos laborales, hoy conocido como de “ruptura de la simetría de las hormigas que escapan”.

 

Todo ello en un modelo que no puede producir los bienes y servicios que necesita la población para satisfacer, no ya de manera creciente, sus crecientes necesidades básicas, ni siquiera las de alimentación, que en plena contracción, el PIB cayó en poco más de 11% en 2020, mientras que la estadística oficial ha anunciado un ligero incremento en 2021 de 2%, y en el que, según organismos internacionales, por cada dólar en reserva, hay tres-cuatro de deuda externa, es decir, descapitalización y endeudamiento simultáneos.

 

Si fuéramos a sintetizarlo, podríamos hacerlo así: Un fantasma recorre Cuba, el envejecimiento poblacional, y todas las fuerzas de la vieja institucionalidad se han unido en santa cruzada para señalar con dedo acusador a quien se han puesto de acuerdo en considerar como culpable: la mujer cubana, que no quiere parir, en un intento pernicioso de disfrazar como problema de población (que no existen) aquello que en realidad es un problema económico. El peligro de quiebra del sistema de seguridad social en Cuba radica en que el modelo económico cubano no aporta los recursos para sostenerlo. Y ello será aún más grave cuando haga implosión, hacia 2030, momento en el que lo que fue el baby-boom se convierta en el boom de las jubilaciones, en virtud del cual entrarán en retiro de la actividad económica, y de forma simultánea, las generaciones más numerosas que alguna vez nacieron en el país como consecuencia, dígase bien alto, del inusitado incremento de la natalidad del período 1957-1963.

 

Pasando a una mirada más específica relacionada con el envejecimiento demográfico, me gustaría saber tu opinión sobre el rol del Estado cubano y las políticas que ha implementado en la materia. ¿Cómo ves el panorama político e institucional respecto de la atención a las personas mayores y los cuidadores?

 

La vejez demográfica, a todas luces inevitable, la estabilización de la población, e incluso su ligera reducción, pueden convertirse en oportunidades económicas sólo desde la perspectiva de la inversión en tecnología y la innovación, del incremento sostenido de la productividad del trabajo, la reforma de las pensiones, el mejoramiento de la capacidad de ahorro y de consumo, e incluso el rejuvenecimiento de la edad de retiro y su consecuente liberación de puestos de trabajo. Otros países avanzan en ese sentido, hacia lo que se conoce como el modelo de “Economías Envejecidas”, como la define Tim Miller.

 

Pero lo que es insostenible es que casi millón y medio de personas que se encuentran hoy disponibles, en edades laborales, aptas y calificadas, en los últimos censos ni siquiera declaran buscar trabajo y a las que se sumaron esas otras, alrededor de un millón, cuyos puestos de trabajo fueron suprimidos, ser consideradas como “redundantes”, "excedentes”, en virtud del proceso de saneamiento de las plantillas convocado hace ya más de una década y que podrían estar listas para ser incorporadas a los planes de desarrollo para el futuro próximo. Casi tres millones de personas en edades laborales, aptas y calificadas que el modelo es incapaz hoy de incorporar.

 

Sin embargo, sólo se habla de aumentar la natalidad, sin tener en cuenta que un incremento de la natalidad capaz de cambiar de manera decisiva la estructura de edades de la población se convertiría, no ya en un factor de extinción, sino de reforzamiento del agotamiento del bono demográfico dado que se traduciría en la incorporación de individuos dependientes netos en términos económicos, cuya entrada a la actividad económica no se produciría antes de los 22 años, nunca antes de 2045, y pondría al modelo económico actual en condiciones de quiebra en el sentido en que se lograría que el boom de las jubilaciones se simultaneara con un nuevo baby-boom, llevando no sólo al sistema de pensiones, sino al de salud, de asistencia social, de educación y a todos los demás, a implosionar debido a la falta de los recursos necesarios para sostenerlos.

 

Se trata de una aproximación ideológica que se enmascara en el maltrato de temas tan importantes y el establecimiento de un neo-pronatalismo que intenta ignorar (o así lo pretende) el contenido de sus tres fuentes y tres partes integrantes: el falangismo de Franco, el fascismo de Mussolini y el nazismo de Hitler. Habría que incluso agregar las agresivas políticas pronatalistas de Stalin y de Ceauçescu.

 

Y todo ello en un contexto en el ya hoy se ha verificado que el país retrocedió 22 lugares en desarrollo humano entre 2007 y 2017, por lo que no es muy difícil avizorar las consecuencias. Podría verse en ese sentido “¿Es el descenso de la actividad económica de la población un fenómeno temporal en cuba?”, también “Cuba. Hacia una política de población orientada al desarrollo humano” o “La población de Cuba y sus problemas”, éste último un clásico de Juan Pérez de La Riva, nunca tan vigente como hoy.

 

Finalmente, una admonición. Cuidado, aquí se presenta de nuevo el problema. El adoptar el punto de vista que el discurso de hoy nos propone, conducirá a muchos errores. Las condiciones que se presentan en una población concreta son siempre excesivamente complicadas. Aquel que no haya captado claramente la naturaleza de las relaciones necesarias entre las características de una de población y el desarrollo, no sabrá desenvolverse en el análisis, a todas luces más complejo, de las consecuencias multidimensionales de su dinámica demográfica. Si se vacila en el ataque del problema más sencillo, seguramente se tropezará con complicaciones muy serias. Es así como aquellos que demuestran poco respeto por la aplicación correcta del análisis demográfico en la solución de problemas tan complejos, son los mismos que en sus discursos siempre nos presentan ejemplos nefastos de la confusión que resulta cuando se esfuerzan por resolver con un cúmulo de palabras, problemas cuya comprensión nos impone el uso del condensado lenguaje de la demografía.

 

El natalismo (pronatalismo) es la doctrina que promueve medidas de carácter político para conseguir una mayor natalidad en un territorio o Estado. Se concreta en políticas demográficas nacionalistas. Propugna el aumento de la población con el objeto de mantener lo que se considera un óptimo de población (ver ) nacional para alcanzar fines bélicos -disponer de tropa rápidamente sustituible- o economicistas -disponer de mano de obra abundante a precios asequibles.

 

El natalismo es una forma de poblacionismo opuesto al ejercicio efectivo de los derechos humanos, sexuales y reproductivos de las personas. El objetivo político del natalismo es incrementar los miembros de un grupo religioso, étnico o nacional para aumentar su poder e influencia política, social, económica y militar. Para conseguir sus objetivos políticos, el natalismo promueve una abundante reproducción, ensalza las familias numerosas, la paternidad, la dedicación de la mujer al ámbito doméstico y a la procreación; por lo que defiende la creación de incentivos económicos y sociales para animar a la población de un país a reproducirse más. Por lo general el natalismo propugna limitar o prohibir el acceso a los métodos anticonceptivos (carencia y carestía de los que podrían ser más asequibles y eficaces, como el condón) y la penalización de la práctica del aborto y en general se opone a la planificación familiar. Toda propuesta natalista viola los derechos humanos, así como los derechos reproductivos y los derechos sexuales reconocidos en la legislación internacional.

 

La crítica más importante que puede hacerse a las políticas de fomento de la natalidad -natalismo o pronatalismo- es la consideración general de que ambas políticas consideran a los seres humanos como meros medios o instrumentos para conseguir distintos fines, ya sean militares, económicos, políticos o étnicos (básicamente trabajadores en abundancia y soldados para los ejércitos). La libertad individual, establecida en los derechos humanos, los derechos reproductivos, los derechos sexuales y la salud reproductiva, es el instrumento que tienen los seres humanos para decidir o no reproducirse.

 

Las políticas estatales natalistas o antinatalistas son contrarias, desde ese punto de vista, a los intereses y la libertad de los individuos o ciudadanos de decidir con entera independencia el número de hijos que desean tener, así como su calendario y secuencia. Entonces, queda pendiente responder a la pregunta sobre cuál es el problema actual más acuciante en Cuba, la baja natalidad o la reducción del grado de desarrollo humano que experimenta su población como consecuencia de, entre otras, la incapacidad del modelo económico de producir los bienes y servicios necesarios para la satisfacción creciente de sus necesidades crecientes.

Es decisivo que se pase del enfoque verticalista de la vejez y la percepción de que las personas de la tercera edad son minusválidos a la consciencia de que la sociedad en su conjunto y el modelo económico son los garantes del incremento sostenido de su calidad de vida. Ello implica además el fortalecimiento del ejercicio de sus derechos humanos y de su papel en la sociedad, así como del tejido institucional que debe garantizar su acceso a todos los bienes y servicios que debe ponerse a su disposición y contribuir con ello a que la actividad de cuidado debe dejarse de percibir como algo exclusivamente “femenino”, patrimonio de las mujeres en las familias, lo que las lleva a abandono prematuro de sus carreras profesionales y de la posibilidad de acceso a mejores formas de remuneración, quienes además no cuentan en la actualidad con una red institucional que les sirva de soporte para la realización de esa actividad.

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Por: Carlos Díaz

En los últimos meses, has estado escribiendo intensivamente sobre el desarrollo de la pandemia del Covid19 en Cuba, particularmente los problemas con el registro y sistematización de las estadísticas. ¿Cuáles son los problemas que has detectado y qué impactos podrían tener?

 

El 17 de julio de 2021, el número de casos activos cayó desde los niveles máximos alcanzados en plena oleada del 1ro de julio al 1ro de noviembre de 2021; justo después del día en que se anunciaron los cambios en el protocolo de manejo de la pandemia, en el que destacan, en primer lugar, el ingreso domiciliario (no hospitalario) de aquellos enfermos asintomáticos o con síntomas leves de la enfermedad, considerados como "de bajo riesgo", bajo la vigilancia del nivel primario de salud; que podrían no ser contabilizados como casos activos al no estar en instituciones hospitalarias; y en segundo lugar, la decisión de que "quienes continúen siendo positivos a la COVID-19 por 14 días o más, si están bien clínicamente, serán dados de alta con seguimiento en el hogar" dado el argumento de que se considera "muy bajo el riesgo de transmisión de la enfermedad" después de esos 14 días (Cubadebate, 17 de julio de 2021, "Cuba actualiza su protocolo para el diagnóstico y el manejo clínico de confirmados, sospechosos y contactos", http://www.cubadebate.cu/noticias/2021/07/17/cuba-actualiza-su-protocolo-para-el-diagnostico-y-el-manejo-clinico-de-confirmados-sospechosos-y-contactos/).

 

Así, al menos dos graves consecuencias pueden avizorarse. En primer lugar, que por muy bajo que pueda ser considerado el riesgo de trasmisión de la enfermedad pasados los 14 días desde el primer diagnóstico, y teniendo en cuenta el muy elevado nivel de contagiosidad de las cepas que están circulando en el país, y notablemente la cepa delta; no debiera esperarse una recisión del brote actual de la epidemia, sino todo lo contrario, una expansión, debido que una vez dado de alta un paciente aún enfermo, con test PCR positivo, al dejar de funcionar las medidas de aislamiento a las que ha estado sujeto, al menos en los domicilios volverán a producirse nuevos contagios, con el consecuente encadenamiento exponencial de contactos que tienen lugar a nivel familiar.

 

En segundo lugar, que el número de casos activos seguirá descendiendo "estadísticamente" debido a que se darán como recuperados y causantes de altas, un importante número de enfermos, aún no recuperados, pero que desde el punto de vista estadístico serán así contabilizados y aportarán un crecimiento importante de la cantidad de altas. Véase que ese día, 17 de julio, esa cantidad fue de 11,174, cuando en el país como número máximo de altas alcanzado alguna vez había sido registrado en un día, ascendente a 5,875; casi dos veces menos.

 

Y todo ello trasmitiría una imagen de normalización del estado de la epidemia en el país, que de hecho sería ficticia, y contribuiría a un mayor relajamiento de la percepción de riesgo que la población y las instituciones hoy tienen y contribuiría a una apreciación a nivel internacional de Cuba como un destino turístico seguro, que aumentaría el ingreso al país de personas provenientes de regiones en las que están circulando otras variantes de la enfermedad, aun cuando ya hubieran sido vacunadas, exponiendo a la población cubana a una nueva oleada de la epidemia, como lo ha sido a partir del 1ro de enero de 2022, en tanto hay sectores que no habrían estado contemplados en la primera fase de inmunización, haciéndose notable los niños hasta 18 años y los pacientes que de alguna forma u otra no pueden recibir ninguno de los candidatos vacunales, sobre todo aquellos basados en el uso del Tiomersal. Ello sin contar que la variante Ómicron demostró ser dos veces más contagiosa en las personas vacunadas, si bien menos propensas a desarrollar formas graves de CoVid-19.

 

Pero lo que verdaderamente sucedió es que el número de enfermos activos que se reconoce y atribuye a Coronavirus sigue descendiendo debido a un número de altas superior a la cantidad de nuevos casos reportados, en virtud de las nuevas modificaciones al protocolo de manejo de la epidemia en el país ya comentadas, destacándose aquella de dar alta a todos los pacientes y darlos como recuperados, pero en realidad aún enfermos activos, que siguen dando positivo a la CoVid-19 después de 14 días, en tanto se considera muy bajo y aceptable el riesgo de trasmisión de la enfermedad que portan, corroborando así la intención de trasmitir la imagen, a todas luces falsa, de estar controlando la actual oleada de la epidemia.

 

Una caída semejante, de tal magnitud, que comienza incluso antes de transcurridas la primeras 24 horas después del anuncio de las modificaciones del protocolo y que se refuerza en las otras 24 horas siguientes, puede considerarse inédita desde que se llevan registros epidemiológicos y no sería compatible con la de los países que más han avanzado en el control de la CoVid-19, salvando incluso las diferencias relativas de contexto con relación a Cuba, teniendo en cuenta sus incontestables ventajas tecnológicas y el hecho de que ellos han estado haciendo tests masivos en sus poblaciones para dar cuenta de la epidemia "sumergida", conducida por los asintomáticos.

 

Y al no seguirse lo recomendado por las agencias internacionales en cuanto a la búsqueda activa de nuevos casos a través de la aplicación masiva de test en la población general, dada la reducida cantidad de muestras que se estudian diariamente, es poco probable que se tenga en la actualidad una visión clara de la magnitud real de la incidencia actual de la enfermedad en el país, por cualesquiera de las variantes y subvariantes de las que ya se tiene noticia. Mientras, en la página "Dashboard Cuba: CoVid-19" (https://covid19cubadata.github.io/#cuba) sobre la estadística de la epidemia en el país se sigue alertando sobre la imposibilidad de ofrecer información actualizada "debido a que se varió la manera de reportar los fallecidos por el MINSAP" y deben realizar cambios, los nuevos protocolos siguen reforzando la selectividad en la aplicación de tests a los que llegan a las consultas de infecciones respiratorias agudas, los datos que las autoridades continúan publicando sin monitoreo o verificación independiente.

 

Por último, cuál es tu valoración sobre el rol de la sociedad civil y la comunidad local y transnacional en los desafíos poblacionales que enfrenta Cuba hoy. ¿Cuáles son las principales barreras, qué recomendaciones seguir para el potenciamiento de las capacidades de la sociedad civil? ¿Cuáles son las necesidades formativas y de conocimiento que existen desde estas organizaciones? ¿En qué se necesita con urgencia trabajar desde este ámbito?

 

Como ya decía antes, Cuba no enfrenta desafío “poblacional” alguno, como quiera que eso se defina. La principal barrera para el potenciamiento de las capacidades de la sociedad civil radica precisamente en la ausencia de desarrollo económico. Y, dicho sea de paso, no se trata de algo que “nos regale” gobierno alguno ni nos haga el favor de concedérnoslo. Desde la Conferencia Mundial de Población de 1994, el desarrollo económico es reconocido como parte integrante y fundamental de los derechos humanos más básicos, es decir, de aquellos cuyo ejercicio garantiza o coadyuva el acceso pleno a todos los demás.

 

De lo que se trata aquí no es de una estructura de edades, de un tamaño o magnitud de población en términos de cantidad de individuos sino de qué calidad de supervivencia se quiere que tenga la población en cada momento, qué grado de bienestar o desarrollo humano se quiere alcanzar. Por ello, y al amparo del pensamiento de la Dra. Miró según el cual no existen problemas de población sino poblaciones con problemas, hágase un rediseño de la pregunta.

 

En ese sentido, Cuba no necesita una población que siga los preceptos dictados por intereses coyunturales, sino que su población tiene necesidades pendientes de resolver. Y no se trata aquí de un problema ingenieril, tecnológico o fabril, sino del establecimiento de un modelo de desarrollo en el que el punto de mira se enfoque hacia la satisfacción creciente de las necesidades también crecientes de la población sobre la base del incremento sostenido de la productividad del trabajo. Ya se ha dicho antes en el sentido de que se trata inexorablemente de un modelo que garantice el progreso incesante de las fuerzas productivas, de la producción creciente de bienes puestos a disposición de la población y de una consciencia en la que valores universales tales como el respeto al derecho ajeno sea la base de la gestación de un nuevo contrato social: Con todos y para el bien de todos, diría Martí.

 

Es la imperiosa necesidad de transitar hacia la adopción de ese modelo de desarrollo en el que las estrategias se encuentren profundamente ancladas en la población y en la biodiversidad ambiental como los codeterminantes fundamentales del proceso de la producción social, así como en su función como garante de la distribución de la riqueza dadas la cantidad y calidad del aporte individual. No se trata siquiera de un tecnicismo económico, sino de aquello que es de importancia vital para la sociedad cubana actual.

 

Y cuando eso suceda, ya se verá que aquello que se percibe hoy como necesidades de la población de Cuba, habrá desaparecido en buena medida y habrá sido sustituido a su vez por otras demandas. Pero, eso sí, la baja fecundidad, la vejez demográfica, el decrecimiento del número de habitantes, la fractura ideológica que representa la desvalorización del trabajo, manifestada a través del casi tres millones de personas con edades entre 15 y 59 años, aptas y calificadas, que ni siquiera se plantean la búsqueda de un empleo formal, el casi cuarto de la población urbana que tiene ingresos por debajo del valor de la canasta básica, el salario medio mensual real que continúa deprimiéndose, así como muchos otros temas que hoy causan tanto desasosiego, dejarán de ser percibidos como “problemas de población” y, ¿quién sabe?, quizás hasta podamos convertirnos en un espacio de atracción de la migración. Es un reto desde la perspectiva de la interrelación población-desarrollo.

 

En ese sentido, se propone un cambio del enfoque, y dejar atrás esa visión «poblacionista». Esta posición —enfocada de modo erróneo en un incremento de los nacimientos—, no resuelve cómo ese incremento puede convertirse en desarrollo económico. Cómo puede ese «aumento de la natalidad» —junto a eso que se ha dado en llamar «mejora de la pirámide demográfica»— ser una contribución decisiva para: incrementar el salario y su poder adquisitivo; aumentar la capacidad de consumo y de ahorro de la población; aumentar de modo sostenido la productividad del trabajo; frenar la emigración galopante de población y capital humano hacia el exterior —y desde la esfera estatal a la informal, que incluyen formas precarias de empleo, enmascaradas hoy en el trabajo por cuenta propia—.

 

En esencia, se debería proponer una «Política integral explícita de población», bajo el supuesto de la relación armónica entre la población y el desarrollo económico y social; en el cual la intención no sea la movilidad de los indicadores demográficos, sino el alcance de crecientes niveles de satisfacción de las necesidades de la población. Para ello, propongo hacerlo, bajo los principios de:

 

  • Inclusión en las estrategias de desarrollo a nivel nacional de las características de la población, su composición y dinámica; pero con énfasis en las diferencias territoriales y con un relevante rol e independencia de lo local; toda vez que la dinámica demográfica no es una sola y las heterogeneidades son cada vez mayores.

  • Ejercicio pleno de los derechos sexuales y reproductivos de la mujer, la pareja y la familia que incluya acompañamiento pleno de las personas en la satisfacción de sus ideales de fecundidad, de sus necesidades y amplia inclusión social sin diferencias.

  • Incremento del aprovechamiento de la fuerza laboral con énfasis en la mujer y en el papel protagónico de los jóvenes. Ello se refiere a: creación sostenida de empleo productivo, hacer atractivo y valorizado el empleo formal, el incremento sostenido de los salarios, la permanencia en el país/territorios en contexto de emigración, así como la necesidad de inversión en desarrollo tecnológico.

  • Intersectorialidad en el abordaje de cualquier tema relacionado con la población.

  • Monitoreo social sistemático.

Lo anterior supone el progreso incesante del desarrollo humano en sus tres dimensiones. Una vida larga y saludable no solo implica el aumento continuo de la extensión de la capacidad de la supervivencia —en términos de la esperanza de vida al nacer—, sino el progreso en la esperanza de vida en todas las edades junto a la calidad de la supervivencia, en general. El aumento sostenido, tanto del número esperado, como del número medio de escolaridad de la población como garantía de un acceso universal al conocimiento; así como el mejoramiento permanente de las condiciones de remuneración de la fuerza de trabajo, como garantía de un acceso creciente a la satisfacción de la necesidades personales y familiares —basamento de un nivel ascendente de calidad de vida—. Y para ello, es fundamental el rol que les toca a las organizaciones no gubernamentales.

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Por: Carlos Díaz

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