ISMAEL
Hay gente que está peor
Por: Fidel Gómez Güell
Ismael anda despacio por las calles sucias del noreste de la ciudad de Cienfuegos. Es la zona por donde usualmente se mueve para resolver los problemas de la cotidianidad en Cuba y las dinámicas específicas y complejas de la vida para las personas mayores dentro de la crisis sistémica que enfrenta la sociedad cubana actual. Se apoya en un triciclo hecho por él mismo a su medida, con la biela y el plato situados en la parte delantera superior del vehículo a modo de timón. Aunque ahora mismo no lo puede usar como medio de transporte por falta de piezas, en este caso la cadena de transmisión, su triciclo le sirve de apoyo para andar y transportar objetos y alimentos de un lugar a otro.
Como muchos adultos mayores octogenarios con los que he tenido el placer de conversar, Ismael no sabe a estas alturas que la situación de precariedad y escasez que él vive está provocada por una crisis estructural del sistema colectivista fallido que no tiene solución dentro de los esquemas funcionales del propio sistema. Su generación creció entregando todos sus esfuerzos a la revolución. Les habían prometido que el futuro colectivo sería “luminoso” y que un ejército de hombres nuevos custodiaría la paz, la prosperidad y la estabilidad de la nación para que, cubanos como él que lo dieron todo, recibieran al menos el beneficio de una vejez digna en una sociedad agradecida.
Sin embargo, la realidad ha probado muy diferente de aquella promesa. En medio de una crisis económica profunda, la escasez de alimentos, la falta de medicamentos, el deterioro de las condiciones materiales de vida y la soledad, han relegado a los adultos mayores en Cuba a un plano de vulnerabilidad muy complejo que se agrava con el tiempo y que les hace sentir que son una carga para el propio régimen, ese que ellos mismos alzaron en sus hombros trabajadores en el pasado no tan distante.
Hablamos durante un rato de los abusivos precios actuales, de la falta de infraestructura para atender a los ancianos, de la enorme burocracia que se necesita para hacer cualquier trámite relacionado con dietas, medicamentos o servicios supuestamente diseñados para hacerle la vida más fácil a los adultos mayores y de lo insuficiente que son las pensiones para vivir en una economía cuya moneda se deprecia todos los días frente a las divisas extranjeras, sin las cuales es muy difícil adquirir productos de primera necesidad que deberían estar asegurados para todos.
Ismael me cuenta lo difícil que le resulta mantener su triciclo en buen estado técnico por la falta de piezas y el precio que tienen las cosas en estos momentos. Este vehículo es muy importante para él y si no pudiera utilizarlo se vería en una dificultad muy grande para hacer sus tareas de la vida diaria.
“Hay gente que está peor, hay quien no tiene ni esto y no pueden caminar solos”, me dice con resignación y se siente la tristeza de sus palabras. Sin embargo, tiene razón, existen casos de adultos mayores en situación total de abandono que sobreviven únicamente gracias a la caridad pública. La sensación de derrota de los adultos mayores en Cuba es tan triste de contemplar que es inevitable sentirse personalmente afectado por esta realidad. Entre las personas en la calle se rumorea de la pronta puesta en marcha de las cacareadas “medidas” del paquetazo económico que el gobierno decidió prorrogar, presumiblemente por el impacto negativo que estas tendrían en su exigua base de apoyo, lo que podría conducir a otro estallido social.
¿Qué va a pasar con las personas como Ismael una vez que se aplique el ajuste? ¿Cuál será el efecto de la subida del precio del combustible y el recorte de los presupuestos de la seguridad social para las personas vulnerables? Las perspectivas para este 2024 no son buenas. El fracaso de un proyecto social se refleja también en el fracaso de las vidas de millones de personas que apostaron todo por la revolución y subsisten en condiciones lamentables, sin haber podido disfrutar, al final de sus vidas, de los frutos ganados con el trabajo y la entrega de tantos años de lealtad. La profundidad de la crisis humana que experimentan estas personas es difícil de transmitir en unas cuartillas de texto. Ponerle rostro a las cifras se hace indispensable desde dentro de la isla, donde la represión y la vigilancia obstaculizan y castigan severamente todo intento de alzar la voz, en nombre de los que se han quedado al margen de una sociedad en franca decadencia.