PENSAR Y CUIDAR
Por: Teresa Díaz Canals
No hay ética porque uno cumpla con su “deber”, sino porque nuestra respuesta ha sido adecuada, aunque nunca pueda ser suficientemente adecuada.
Joan-Carles Mèlich, Ética de la compasión
La necesidad de asimilar una ética del cuidado que no se vea como una tarea de mujeres, sino de todos, hace recordar las palabras de Fina García Marruz: “…lo que se opone a lo “débil”, en el arte como en la naturaleza, no es lo “fuerte” sino lo delicado resistente, la trama tenaz.” Solo se puede lograr una complicidad en las relaciones sociales cuando se confabulan la familia y diferentes instituciones estatales para contribuir a hacer la vida más llevadera a los cuidadores que deben proteger a enfermos y vulnerables.
En Cuba hay una tradición de protección ante los sufrimientos. El poeta matancero José Jacinto Milanés fue cuidado con un despliegue de sacrificio y una voluntad de infinito amor por sus hermanos durante muchos años. Esa fuerza de familia, esa obra generosa está presente hoy también, muchas veces de manera anónima. Por solo poner dos ejemplos, un escritor del municipio de Jaruco, en la provincia de Mayabeque, estuvo alrededor de veinte años al cuidado de su madre, quien falleció a los 104 años. Otra señora - operada de dos cánceres - cuidó a su mamá con demencia senil avanzada alrededor de dos años. ¿Cuántas personas en el país han atendido de manera estoica a algunos de sus parientes por bastante tiempo, sin asistencia apenas de otros familiares y del Estado?
Hoy existe una red de cuidados y ya se implementó un Programa Nacional sobre este tema. Incluso se cuenta con un negocio privado que acude al reclamo de hogares que pueden sufragar gastos para este empeño. Tatamanía, que así fue nombrado, ofrece servicios al turismo de manera especializada, pero a otra parte de la población le es imposible acceder a tales servicios de excelencia. También tenemos en nuestras calles a gente sin casas, sin alimentos, en condiciones de indigencia total. Estos seres humanos reciben apoyo de las iglesias y de activistas sociales que se movilizan para aliviar, con lo que pueden, al desamparo total. Las Siervas de María, por citar un ejemplo, auxilian a pacientes y personas necesitadas. Labor que constituye la misión fundamental de la congregación, pero que resulta insuficiente ante el incremento de la pobreza y la desigualdad en Cuba.
María Zambrano, importante filósofa española, admiró al mediador que fue entre la vida y el pensamiento, el pensador y político español Séneca, quien pedía que se hiciera el bien a todos. Sobre él escribió que era “uno de los sabios […] que, abandonando el recinto de la pura sabiduría, tiende hacia el hombre, hacia el hombre de la calle de toda clase y condición, una mirada misericordiosa y se dispone a darle, no ya lo que sabe, sino lo que él necesita”. Hoy regresa más que nunca la necesidad de revitalizar esa ética senequista que pacifica y aplaca el rencor de la vida.
Solo existe una verdadera ética del cuidado, allí donde seamos sensibles al sufrimiento, a la indignidad, a los excluidos de la condición humana.
*Publicado en Vida Cristiana