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La Feria de los viejos

 

Por Teresa Díaz Canals

Profesora, ensayista, investigadora CUIDO60

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Hay mucha gente que calla, que guarda total silencio ante todo lo que ve, pero como escribió José Martí: ¿Qué he de hacer con las palabras, si se me salen del alma?

 

Si tuviera que calificar la calidad de vida de los ancianos en Cuba en la actualidad la evaluaría de pésima. Claro, hay que excluir a cierto sector privilegiado de este grupo etario que disfruta de todas las posibilidades de alimentación, de cuidados, de ocios. Mi generación de más de sesenta años ha vivido siempre en condiciones difíciles. Personalmente era del criterio que una crisis económica peor que la de los años noventa del pasado siglo no la volveríamos a padecer, lamentablemente no resultó así. Hoy, además de escasez de alimentos, de inflación desmedida, pasamos por una seria falta de medicinas de todo tipo y un abandono total de cualquier servicio imprescindible para tener una vida normal.

 

    En este contexto los adultos mayores han sido golpeados contundentemente, en especial para esa parte que se encuentra sola, aislada, olvidada en cualquier parte del país. Me refiero a las personas que por determinadas razones no tienen familia que las apoye, que las auxilie. Hace unos días pudimos ver con dolor cómo un anciano de la ciudad de Holguín cayó desmayado de hambre en la calle. Lo único que hicieron fue sentarlo y recostarlo a una pared, después se informó en las redes que el señor había fallecido. No lo llevaron a un hospital, no me imagino a qué se dedican los trabajadores sociales, por qué no se atienden estos casos.  No obstante, aun los que cuentan con parientes cercanos se encuentran mal, pues la calidad de vida de las familias cubanas ha disminuido de manera muy significativa. Ni los salarios ni las pensiones son suficientes para vivir con grado mínimo de bienestar.    

 

   No existe en estos momentos garantía de los servicios básicos para los ancianos. Conocí   que en la provincia de Camagüey a 15 404 familias vulnerables “protegidas” por asistencia social les entregaron un paquete de donación en sus treces municipios, el cual contenía arroz, laticas de sardinas, etc. José Martí escribió que “no debe entenderse por real lo que es probable, ni lo que sucede una vez, sino lo que es constante, lo que está sucediendo comúnmente” En esta acción aislada entrevistaron a una anciana para que agradeciera a la revolución por tal acto de generosidad, también apareció un funcionario que divulgó tal distribución como el gran acontecimiento, cuando ese tipo de auxilios debe ser sistemático, sin tanto aspaviento ni estridencias. No es ético hacer propaganda con ese lenguaje burocrático que repite un modelo obsoleto, un lenguaje en el que no se dice absolutamente nada que no esté previsto.

 

   Es un deber sagrado de la sociedad la ayuda hacia los más necesitados, nunca vi a la iglesia católica, por ejemplo, hacer divulgación de lo que dona a los pobres. Si un gobierno se ocupa de construir hoteles, comprar armas, carros de policías y no de asegurar las condiciones elementales para preservar la vida de sus ciudadanos con una asistencia médica provista de los instrumentos y medicinas imprescindibles, con una crisis tremenda del transporte, esa administración es inmoral. ¿Será eterna la terrible situación que hoy padecemos donde todos somos afectados?

 

   Algo que golpea a los ancianos es la cuestión de las pensiones. En Cuba te puedes jubilar en el caso de las mujeres a los 60 y en el de los hombres a los 65. La pensión mínima en el país es de 1500 pesos aproximadamente (CUP). En mi caso trabajé durante 40 años en lo que se supone es la mejor universidad de Cuba, me creí que era una académica y que como tal me jubilaría. Mi pensión es de 2100 CUP: Hace unos días mi hijo me visitó, me compró 3 paquetes de galletas, gastó 1800 pesos, casi el monto total de mi pensión. Es decir, trabajé toda una vida por unos paqueticos de galletas, para nada. La persona jubilada que no tenga apoyo de sus hijos está extremadamente mal en este país, literalmente, se mueren de hambre.  Es muy duro no tener una tranquilidad en eso, sentir que la vida fue un verdadero sinsentido, que hiciste el papel de tonta. Estamos, como dice el cantautor Carlos Varela en La Feria de los Tontos, todos llevamos una venda y un bastón de ciegos, bailamos el pasito del fracaso, en el salón de los espejos donde todos somos longevos y esperamos por un viejo sueño roto.  

 

   El único derecho que tenemos es el de morirnos, pues no existe ya un servicio con calidad para nuestra salud. Pobres de nosotros cuando se nos parta un hueso, cuando necesitemos una atención estomatológica. Algunos se dedican a recoger latas y pomos plásticos para que le entreguen algo por ello, otros comen de la basura, los que se jubilan se vuelven a contratar en sus mismos centros de trabajo para continuar cobrando un salario que tampoco resulta suficiente. Conozco a un señor cerca de mi casa que se jubiló y se contrató en Comunales, que es la institución dedicada a barrer las calles, hay otros dos que viven solos y tienen sus casas repletas de chinches. Sé de un hombre de más de ochenta años que se fue para España al recibir la ciudadanía española, vivía solo, era dueño de un apartamento aquí, lo vendió y se fue a ese país a vivir en una casa destinada a personas desamparadas, allí le ofrecen alimentos y una cama para dormir, prefirió esa opción.

 

   Esta vez quisiera llamar la atención a los especialistas que tienen que ver con el tema del cuidado al adulto mayor. Se habla y se sigue hablando sin parar en eventos, en organizaciones nacionales e internacionales sobre el trabajo que se desarrolla en el país donde se edulcora, se atenúa el sufrimiento de muchos seres humanos. Terminemos con el circo, con la Feria, con las máscaras y abordemos este problema social con profesionalidad, con una ética de la compasión, no desde una posición de superioridad. La compasión no es un deber moral, es una respuesta ética a esos seres que mueren sin dignidad, sin respeto. Una ética compasiva descansa en la corporeidad, en las mediaciones, en las contingencias. Tengamos el valor de reconocer que estas situaciones se manifiestan por falta de políticas públicas adecuadas, sensibles, justas. Por favor, al menos den testimonio, muestren lo que sucede en esta Isla.

 

   Termino recordando una de las frases más tristes de la historia del pensamiento, escrita por Baruch de Spinoza: “No hay fuerza intrínseca de la idea verdadera”. Eso significa que la verdad es muy débil. Nosotros, los que trabajamos para producir la verdad, los que enseñamos, escribimos, hablamos, ¿Acaso no debemos unirnos para dar colectivamente un poco de fuerza social a la verdad?[1]

 

[1] Bourdieu, Pierre Desvelar y divulgar el rechazo En: Intervenciones 1961-2001 Ciencia social y acción política Editorial Hiru, Hondarribia, 2004, p. 408

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