Por: Juliette Isabel Fernández Estrada
Me encontré a una antigua conocida por la calle, después de más de veinte años. Ya no es la mujer madura que era, sino una anciana delgada y demacrada. Se alegró de que la reconociera, creo que por estar consciente de su deterioro. "¡Qué bueno que me reconociste! ¿Viste como yo he cambiado?", dijo.
Me contó que vive sola, toda su familia está en el extranjero o en otra provincia. Que para entretenerse revisa el celular, ve televisión y conversa sola. Lo dijo con el énfasis de quien ha decidido que eso no la va a avergonzar más. Me la imaginé, no diciendo frases sueltas y mecánicas mientras hace otra cosa, sino sentada conduciendo toda una conversación con un amigo ausente o consigo misma. Quién sabe si con la ella de años atrás.
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