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  • Jorge Gómez de Mello

Historia de fin de año

Por: Jorge Gómez de Mello


Hoy fuí a hacer unas compras al pequeño agromercado de la esquina de casa. Al llegar me fijé en una señora de más de 80 años de edad vestida muy pulcramente que tenía aspecto de profesora jubilada, me recordó a aquellas maestras rectas y exigentes de mi infancia. Mientras seleccionaba unos tomates observé como la señora, apoyada en un bastón de aluminio, registraba con lentitud la tarima donde estaban los platanitos.


Unos minutos después me pasó por al lado caminando con mucha dificultad, traía en una de sus manos dos platanitos maduros que colocó sobre la pesa.


Comenzó a hurgar en la cartera que traía cruzada sobre el pecho


Mientras esperaba a que el dependiente le dijera el precio. Él la miraba fijamente con una mezcla de compasión e ironía, también me miraba como queriéndome decir algo que no entendí, entonces decidió inclinarse hacia adelante para atisbar con indiscreción en el interior del bolso de la mujer.


Finalmente la anciana comentó que estaba buscando el monedero, pero el hombre seguía mirando a la cartera y a la cara de la señora sin decir una palabra, pasaron unos segundos tensos hasta que ella, avergonzada, sacó tres platanitos que había escondido en el fondo del bolso y sin levantar la cabeza los puso sobre la pesa junto a los otros. Él, un muchacho joven con los brazos tatuados, pesó los cinco platanitos y dijo secamente: 60 pesos, y se dispuso a esperar con paciencia a que ella terminara de buscar el dinero. De pronto la mujer, con la barbilla pegada al pecho, dijo que no encontraba el monedero: creo que se me perdió.


Cogí los cinco platanitos de la pesa, se los entregué a la señora y le dije: váyase tranquila, yo me encargo de esto. El muchacho le comentó en voz baja: no vuelva a hacer eso abuela, si usted necesita unos plátanos y no tiene dinero me lo dice, que aquí nadie se los va a negar.


El joven me miró con cierta complicidad, pagué y le di las gracias por su paciencia y su actitud noble. Me respondió: no, gracias a tí, esto es del carajo asere, hay que estar parado en una tarima cada día para ver todo tipo de cosas, es muy triste, parte el alma.



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