Por Jennifer Portelles Toledo
A veces quejándose, sufriendo por dentro, callando, no cambia un país.
Un país es la suma de todos sus ciudadanos, sus políticas, su gobierno, lo que llamamos cultura y lo que no, quienes están y quienes ya no están.
Un país se hace de los valores que tenga su gente, de los días y fiestas conmemorativas, de las tradiciones más comunes como comer arroz, huevo y plátano, como también subir por la escalinata cuando comienzas la universidad.
Un país se hace de la historia, de los cuentos que nos hicieron nuestros abuelos, del parque al que tanto fuimos a jugar o de los amigos de la infancia.
Un país es ese sentimiento de abrazo cuando te faltan las fuerzas y estás lejos y te dan ganas de volver. Sentirse en su país es el abrazo de tu madre cuando no te sientes bien y la vas a buscar porque es el mejor lugar del mundo.
Pero un país, tu país, el país de una, no es ese en el que debo cerrar los ojos, mirar derecho para no sentirme acosada.
Por qué me tengo que conformar de que vivimos en una sociedad machista, patriarcal, en la que no es normal ser mujer, carismática e ir una noche sola en bicicleta.
¿Por qué tengo que recordar que el acoso nocturno es doblemente fuerte y peligroso?
Que ya no es que te griten, te piten los carros, te siga un hombre en bicicleta o una moto en la que van dos hombres que te tratan de vender artículos femeninos en el primer semáforo rojo en que coinciden.
No es normal, no puede ser normal que en un semáforo una no pueda mirar para un lado porque ya sería hacerle caso a ese que maneja y te va a gritar groserías.
Dime si es normal que si te dignas a decir a ese hombre que te acompañaba en bicicleta por casi un kilómetro en la misma ruta que tú, que ni tan siquiera lo miraste, que cuando ya fue demasiado y por desgracia se puso la roja, le dijiste cortésmente: tu sabes que eso es Acoso y el te responda:
Ay muchacha, ¿Cómo que acoso? En un país que es super normal que hasta Diaz Canel acosa a las muchachitas. ¿Cómo tu me vas a decir eso? Tú lo que eres tremenda lesbiana! No me vengas a decir eso, me hubieras dicho que te dejara tranquila...
Y se insultó porque no le reí la gracia y me maltrató verbalmente.
Un hombre muy cercano a mí me dice que salí bien, que me podía haber hasta tumbado de la bicicleta y violentado físicamente, que eso sucede, que a las mujeres es ´palo o pinga y que ni me atreviera a responder nunca a un hombre por la calle.
¿Cómo es posible?
Las mujeres en este país estamos en un real peligro porque un hecho tan ordinario como éste, pudo haber tenido un final primitivo y aterrador.
¿Hasta dónde estamos protegidas si los propios policías te acosan en la calle? Da igual si están cuidando el Capitolio o están en una esquina? ¿Hasta dónde vamos a llegar si esto no se detiene, si no se juzga, si no se pena? ¿Cuándo tendremos una Ley de Violencia de Género?
El acoso callejero es una demostración de lo que puede estar pasando dentro de los hogares, que es aún más grave, porque en el espacio privado no hay ojos, ni manos, ni oídos que nos puedan proteger.
Ya no es que me roben la bicicleta en el medio de la calle, ya no es que me atropellen, ya no es que me caiga un aguacero y coja el bache más grande de La Habana, es que YO, MUJER, TU, MUJER, no estás segura en las calles de La Habana. Y eso es grave.
Condenemos, gritemos, rectifiquemos por cada gesto violento de un hombre en el espacio público!
Mira a todos los lados que quieras,
la calle es tuya,
vístete como quieras,
es tu cuerpo,
camina como más te sientas cómoda,
el problema no lo tenemos nosotras,
lo tiene la raíz mal llamada, cultural, de nuestra sociedad.
Mientras tanto, para defendernos:
Asegúrate de estar en un lugar céntrico, Iluminado, donde hayan personas y donde no te puedan agredir de ninguna manera.
No tenemos que defendernos de los hombres, no estamos en contra de ellos, estamos en contra de las actitudes violentas de algunos hombres por el solo hecho de que somos mujeres.
Si es una, ese hombre seguirá gritando, sí somos todas, CALLARÁ!!!
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